Y todo el mundo me aconsejaba que lo buscara. Que nos reencontráramos. ¿Para qué, después de tantos años? ¿Y si el encanto acababa? ¿Y si me daba cuenta de que Wendy, al crecer, dejó de amar a Peter Pan? Y pasó lo que tenía que pasar. Ignoro si fue azar, destino, casualidad... causalidad.
He aprobado una licenciatura universitaria. He maquetado revistas que leíste. He indizado contenidos masivos para que cuando escribas tu duda en Google el resultado no siempre sea una puta mierda. He cogido en tristes tardes de otoño, en heladas madrugadas de invierno, en apasionadas mañanas de primavera y en salvajes y sudorosas siestas de verano. He recibido aplausos y putazos. He aplaudido y he puteado. He corregido los textos que leerás pensando que la obra de arte es mérito de una sola persona. He escrito pletórica y hecho mierda. Eufórica y en lo más oscuro de los pozos profundos. He tocado guitarra mientras él me chupaba, aunque también me gustó comérmelo mientras interpretaba su particular composición respiratoria. Me preguntó: ¿quién eres hoy? ¿qué has hecho? ¿a dónde fuiste? Y no supe qué contestar. Son el tipo de preguntas cuya respuesta tienes muy clara, debido a que has vivido contigo toda tu vida, pero ¿cómo describirte? Una invitación a entrar en mi mundo, hubiera sido demasiado de mi parte.
He hecho muchas jodidas cosas y ahora es 2010 y te veo desnudo en una habitación pequeña, frías las baldosas cerámicas del suelo. Congelada la ciudad mientras anochece. He pensado en demasiadas tonterías pero ahora sólo puedo concentrarme en tu sexo subiendo y bajando, entrando y saliendo de mi sexo. He perdido también mucho tiempo y no sé por qué el reproductor de música on line se ha jodido y mi cerebro suena por su cuenta y es Schostakovitsch con su quinta sinfonía quien sustituye silencio por drama y cierta comedia. La fascinación de cogerte melancólico por los excesos a salud del próximo 14 de febrero, se convierte en un trance gracias al cual desaparece toda tristeza, toda apesadumbrada duda. A veces el sexo no es ni melódico ni metálico ni rock ni pop, ni mamadas. A veces el sexo es simplemente sinfónico y, cuando eso pasa, es una suerte estar a tu lado, aunque sea en una mierda de habitación.
Seguro que tú también has hecho muchas cosas, además de cogerme a muerte. Nuestro encuentro resume una serie de logros extraños, poco remunerados en su mayoría, pero no deja de ser satisfactorio y embriagador haber llegado hasta aquí. Me gusta el olor de tu piel ahora que soy yo quien te cabalga como una puta loca. Me gusta besarte la boca desde atrás y luego detenerme un segundo respirando tu hombro derecho. Me gusta atraerte hacia mi pecho hipersensible que, tarde o temprano, te comerás con todo el cuidado y la brutalidad del mundo.
A veces creo en la telepatía. A veces creo en que estamos aquí para desarrollar nuestro lado animal más que por ninguna otra razón. El sonido del aire que tu sexo desaloja de mi sexo al cambiar de posición me recuerda a los kilómetros recorridos por ambos. Somos viento,.. y la tierra, por mucho que a algunos les joda, realmente pertenece al viento, a nuestros vientos de sexo y triste pasión en la habitación fría. Hoy no tenemos el ánimo sodomizador, pero recuerdo también las veces que tras la última copa, me susurraste de camino a casa lo mucho que necesitabas que te abrazara. Y la mierda accidental con que algunas de esas aventuras acabaron por humanizarnos sonriendo de lujuria a esta apestosa vida.
De repente hay una pausa dramática. Un silencio necesario. Alguien se ha corrido (ojalá ambos lo hayamos logrado). Huele a quemado en las escaleras. El silencio se ve roto por un gong fúnebre quizá indicio de algo. Las sábanas húmedas empiezan a congelarse. El negro cielo se tiñe de rojo y amarillo. Sirenas aullando nos recuerdan que toda historia tiene su contrapunto ficticio. Que todo lo que es susceptible de imaginarse también lo es de no existir. Que quizá ni fuimos ni somos. Así nos abrazamos cerrando los ojos sin importar si habrá mañana.
08.02.10 - 09.02.10
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