febrero 17, 2010

The End





Ibamos en su coche, ninguno hablaba. La lluvia resbalando por los cristales, cortada empujada por el viento y la inercia. Cuando por fin paramos, las luces de las farolas entraban en el interior fraccionadas en forma de escamas anaranjadas.

Le miré, él miraba al frente.

-Nene, lo he dejado.

-¿Qué tal estás? -me preguntó al cabo de unos segundos

-No sé... qué quieres que te diga, no tengo ni puta idea de cómo sentirme. Pero supongo que tengo algo de miedo. ¿Y si no soy capaz de querer a nadie de verdad? Quiero decir, él ERA perfecto, ¿Qué carajo me pasa? Si no he sabido quererlo a él, no sé a quien voy a querer!

Me giré hacia la ventana, dándole la espalda, con el ceño fruncido.

-A veces no hay que buscar la persona perfecta, sino el momento adecuado.

Me volví hacia él con los ojos tristes y cansados, luego resoplé con un atisbo de sonrisa.

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