marzo 26, 2010

Marte...

Sigue siendo jodidamente difícil descifrarte. Y me has enganchado, porque odio los misterios sin resolver.

Y lo peor es que no soy una escéptica. Sino que prefiero pensar en el mundo mágico. En tu mundo de locura y perversión, lo hago mío y me convenzo de que yo siempre he estado ahí. En realidad a ti te gusta. Siempre me abres la puerta. Y los ojos. Y parece que me quieres tragar con la mirada cuando decido situarme encima de tu cuerpo. Y tus escamas se vuelven suaves para no rozarme la piel. Para mantenerla intacta después del contacto. Para que no sufra. Para darme placer. Para alimentarme de ti.

Hoy eres arisco, atractivo e inhumano. Y no hay nada más que pueda coincidir tanto con mi sociopatía innata. Has dado con una nínfula enrevesada, malpensada, sucia y terrorífica. Has encontrado tu medicamento en tu propio terreno. Llegué, sin más. Te descubrí, sin menos.

¿Quién sino tendría la desfachatez de crear a una pervertida nínfula? Una niña que descubriría su cuerpo pensando en su creador...

Tanto los lunáticos como los marcianos, solo sabemos odiar. Un acto de ultraviolencia que excita… Por eso tomamos la democrática decisión de pegarnos en incontrolables noches de sexo y vicio. Pero la hemos jodido. Y tu cuerpo muerto pesa más de lo que puedo soportar. Te necesito vivo. Activo. Consciente de tu cuerpo. Consciente también del mío.

Supongo que quiero decir que prefiero que me mates, antes de matarte yo aquí arriba y ahí abajo.

marzo 24, 2010

+RIP+

Soltaste mi mano para permitir que caminara sola.
Liberaste mi corazón para que aprendiera a amar.
Permististe que cayera para que me levantara sin ayuda.
Permitiste que me hirieran para que aprendiera del dolor.
Callaste para que aprendiera a escuchar el silencio.
Me abandonaste para que aprendiera el placer de la soledad.
Llenaste de tristeza mi corazón y de fuerza mi ser.
Y, por extrañarte, me diste el mejor premio: tu recuerdo.
Y te agradezco porque, al irte, tu fuerza se quedó en mí.
Aunque con tu partida aprendí que en la oscuridad está la belleza.
No puedo negar que mi alma te extraña con dolor.
Que no hago más que desear que vuelvas a mi lado.
Yo sé que no puedo pedirle a la vida que te traiga conmigo.
Y tampoco le puedo perdir a la muerte que te regrese a tu hogar.
Sólo me queda despertar de esta pesadilla que llaman vida.
Para poder estar por toda la eternidad a tu lado.
Mientras mi día llega, sólo te pido que me acompañes.
Que tu alma me de la fuerza necesaria para seguir.
Que tu amor se funda con mi alma en un sueño de melancolía.
Y que tus ojos me lleven por el camino en el que pueda hallarte.
Te amaré por siempre... y la muerte será la única manera
De reunirme contigo nuevamente... espérame.
-HTA-

Diario II (1997)

Regálame un espacio de tu corazón lejano para que sea una parte de mi recuerdo. ¿Mentira piadosa o sólo el futuro que me dice que no sucederá? Que me advierte que deberé llevar alto el escudo para que la flecha irremediable de la realidad no me atraviese el corazón. Dime que exististe, que fue cierto.

El tiempo pasa, corre y no se detiene. No dejaré que pase que cuando te piense sea como bruma. Por eso me tatúo tu recuerdo en el alma, tu nombre, tu voz, el breve sendero que juntos recorrimos.

Sé que me queda poco tiempo antes de que inicie la tormenta. ¿Perderte otra vez es lo que debe ser? ¿Cómo debe ser? Quizás entender que lo que busco es la noción de saber que en el universo estás, la certeza al menos que un instante te tuve y te fuiste.

Inicia la tormenta de nuevo, es tiempo de caminar mientras las frías calles me esperan, cerrando este día esperando mañana otro más. Cuando me interno en la noche te llevo dentro como un pedacito de arcoiris, como un pedacito de pan que atesoro y que, cuando tengo hambre, devoro despacio para deleitarme de tu recuerdo, para borrar mi lamento...

Diario (1997)

Sentada, bajo la tormenta que no amaina, me atormento a mí misma con tu recuerdo. bajo estas interminables líneas que no leerás, en las ocasiones en que a veces te detesto porque no entiendes lo que soy, en otras te vuelves lo único que tengo.

Desearía no haberte perdido, porque en cada una de ésas ocasiones siempre termino extrañándote....

Quizás he pensado que no debo acercarme a ti, pues mi destino en caos eterno te atraparía. Quizás decidí no decepcionarte por completo porque al parecer, todas las cosas hermosas que quiero, son destruidas por el olvido, el dolor y el miedo.

Y es cuando comprendo que no existe la felicidad, porque no hay abismo más grande: tú vives en tu mundo de calma, yo busco mi mundo en tornado; tú sonríes los días de primavera, yo dibujo mi sombra triste en el otoño...

Inevitable, incambiable.... como tratar de detener el tiempo que, en su cauce, nos conduce irremediablemente al olvido y al fin. Vuelan hojas al lado de mi sombra que no se olvida nunca de dónde viene ni a dónde va. ¿Lágrima? ¿Cuál lágrima? Si es el rocío de la mañana, es el polvo de la ciudad contaminada. No tiene nada que ver con que no estás...

Dime ahora cómo elijo el sendero en la bifurcación... Sé que no eres tú quien debe decirme, porque en mí está la respuesta y la elección.

marzo 20, 2010

Nece(si)dad?

Atravieso, cruzo, paso, rompo, quiebro, arraso... no quiero tener nada que ver con ese humo que sale de aquel destrozo, pero me temo que está formando mi nombre con su blanca-grisácea textura. Delatándome. Delatando mi carácter.

Odio la palabra "fuerte". Suena mucho mejor, sin duda, "putrefacto". Pero mi carácter tampoco es así. Sin embargo, prefiero denominarlo putrefacto antes que fuerte. Cuánta maldad y cuánta mentira hay detrás de la supuesta fuerza. Y el claro ejemplo de esta mentira, soy yo.

De momento, dejo tontamente que traces mi rostro, mi cuerpo, con una pluma. Pero sin ignorar el hecho de que seguimos rodeados de paredes que fueron, y son, testigos de los gemidos de tus amantes. De los celos que guardo entre esas mantas húmedas. Teniendo la certeza de que volveré a caer una y otra vez. Porque no entiendo de fuerza de voluntad ni aún siendo consciente de su necesidad para mitigar el dolor.

Creo que voy a optar por seguir jugando. A ver quién desabrocha antes los botones de la ropa del otro...

Algún día me quebraré. Lo sé. Ya pasó más veces. Pero las ganas me pueden. Y sigo sin saber dónde está el límite entre el deseo y el sufrimiento. Quizás, seguramente, prefiera sufrir y cumplir mis caprichosos deseos que dejar de sentir punzadas en la boca del estómago y quedarme sin un bocado de ti.

No me atrevo a llamarlo vicio. Sí obsesión. No necesidad. ¿Estoy atravesando otra etapa de mono? ¿Acaso es que Fa no puede desengancharse de sus libidinosas drogas? No. Porque siguen siendo suyas. Pese a quien le pese. Aunque a ella misma le pese.

Así que hincaré sentimientos, rabias y remordimientos en una estaca lo suficientemente alta como para no alcanzarla en mucho tiempo. Y dejaré volar escupitajos, libertinajes y experiencias. Creo que me empalaré. Y volveré a dejar que juegues conmigo a tu antojo.

Mi Humbert...

Ausencia...



Qué poco poder. Con qué poco poder contaba esta Lolita que ahora escribe, que por un momento llegó a pensar que besar el cielo contigo no era tan utópico.

Cuando mordías mis dedos mientras hablábamos del halo de extrañeza que te rodea, me sentí intensa. Feliz. Con un desconocido que yacía en una cama húmeda y solitaria.

No eres tan mayor. O quizás yo, no sea ya tan pequeña.

Algún día volveré a verte. Me sonrojaré pensando en esas palabras tan elegantes, tan profundas e intensas... te miraré a los ojos tratando de buscar algún gesto familiar. Como no lo conseguiré, me iré con mis mejillas encendidas a buscar otra copa, en algún otro bar, lejos de aquel en el que te vigilaba y lejos también de aquel en el que te conocí. Lejos, en fin, de mi pasado más reciente.

Trataré de escapar en vano de ése que algún día fue un mentor mentiroso. Una deliciosa mentira. Una estafa momentánea que dio el alto a una nueva yo. Peligrosa deslenguada que practica incesantemente para no decepcionarte si es que algún día encuentras esa venda con la que tapar mis ojos; para que estos no puedan ver todo aquello que quieres hacer. Todo aquello que quieres experimentar. Conmigo. Tu Lolita. Tu Fabiola... Tu Eva...

marzo 12, 2010

Gulp..!

Son las cinco de la mañana y estoy mirando el extraño cuadro que preside la pared que está situada frente a mí. No consigo comprender qué pretendió el decorador poniendo un cuadro como ése (una especie de payaso decimonónico triste) en una habitación de un hotel de estilo y decoración minimalista.

La primera vez que lo vi, unas horas antes, lo asocié con un comentario del programa de televisión de Iker Jiménez, algo así como que hace más de cien años estuvo de moda una serie de pinturas de niños cuya principal característica era que los modelos estaban muertos. Sin duda, la sensación que me transmite el cuadro es la misma; su expresión quieta, triste, cansada me habla de años y años contemplando pasar el tiempo, viendo el ir y venir de personas: parejas jóvenes que buscan intimidad, comerciales durmiendo unas horas entre cliente y cliente, excelentes maridos y esposos que buscan desahogar sus más bajos instintos con prostitutas o adulterios descarriados. Y el payaso del cuadro mirando sin poder si quiera conversar, tan solo mirando. Exactamente como lo estoy mirando yo ahora mismo.

Estoy tumbada en la cama, sola, pensando en todo lo que ha sucedido hace unas horas. Poco antes de medianoche Alexis estaba acariciando mi pecho con sus dedos.

-¿Te imaginas -me dijo- una casita a las afueras, con su jardincito, tú, yo, los niños corriendo con un perrito? Sería bonito, ¿verdad?
-Sí, sería bonito -contesto sin prestar mucha atención.
-Toda la familia, yo yendo a trabajar, tú en casa cuidando de los peques...

Empecé a escuchar. "¿A dónde va? ¿Qué pretende?" me pregunté. En mi cabeza se dispararon miles de posibles respuestas, pero solo una dominaba mis neuronas. Decidí dejarlo hablar, mientras notaba cómo una bola de cristal empezaba a moverse por mis entrañas.

-...casarnos...

"¡Lo ha dicho!" Me quedé pálida. Aquello no entraba en mis planes. Me costó percibir el silencio. Me estaba mirando.

-¿Estás bien? -se interesó.
-S... sí. Alex...

No sabía cómo explicarle que ni se me había pasado por la cabeza la idea de casarme. Y menos con él: era un chico genial, me gustaba pero no lo conocía tanto como para formalizar la relación. No tuve mucho tiempo para pensar, se me adelantó.

-¿Es que no te gusto? -dijo, dejando atrás la expresión de felicidad.
-Sí que me gustas, pero... -no sabía qué decir. Ahora tampoco, y eso que han pasado cinco horas.

Intenté hacerlo ver que nunca había pensado en casarme, que aquello no era para mí, que solo con dos meses una persona no sabe si la otra es con quien quiere pasar el resto de su vida.

-Pues yo sí lo sé, quiero pasarla contigo.

Me callé. Se separó de mí. Me incorporé en la cama e intenté acariciarle.

-¡No me toques!

Se levantó y se metió en el baño. Me levanté y le pregunté desde el otro lado de la puerta si estaba bien.

-¡Déjame, necesito pensar!
-Pues si no abres te esperaré aquí -y me senté en el suelo, al costado de la puerta.

Salió y se acostó en la cama. Lo seguí, me tumbé a su lado y lo abracé. Estaba frío, distante, ya no era el Alexis de una hora antes. Se dejó besar mientras se hacía el dormido. Al poco me dormí.

Escucho la cisterna del baño. Va a salir. Me despertó cuando se levantó, dudo que haya dormido algo esta noche. Veo su figura aparecer en la habitación, iluminada por la poca luz que atraviesa la persiana. Se tumba a mi lado, me da un beso y se duerme dándome la espalda.

-No hay quien las entienda, ¿verdad, payaso? -le susurro al cuadro.
-¿Dices algo? -me contesta Alex girándose, demostrándome así que me había equivocado al pensar que se había dormido.
-No, nada.
-Te quiero -me dice.
-Yo también -contesto. Me callo el resto de la contestación: "pero no tanto como tú a mí".
-Ya lo sé -Sonríe y me abraza. ¿Me ha leído el pensamiento? -Buenas noches mi amor.


PD: ¿Te parece suficientemente emotivo?

De viaje...

Lo contemplé como si fuera la última cosa que fuera a ver en esta vida. Venía directo hacia mí como el proyectil que atravesó la cabeza del presidente Kennedy; su semblante decidido se clavaba en mis retinas y no corría porque, tal y como me dijo una vez, su madre le enseñó de pequeño que eso de correr es para desesperados o ansiosos y "un caballero nunca, nunca, ha de correr salvo para salvar su vida o la de su dama".

No sé desde dónde me había visto o cuánto tiempo acercándose, tenía muy buena vista, incluso se jactaba de que podía alcanzar a ver la pequeña estrella junto a la Osa Menor que los árabes usaban para probar la valía de sus vigías, pero cuando fui consciente de su aparición aparentemente medía un palmo.

Lo reconocí con facilidad aún a pesar de los años transcurridos desde la última vez que lo vi, su forma de caminar era única (como para no reconocerlo) y gracias a que lo conocía sabía que estaba ansioso por verme, controlando como podía sus impulsos ya que lo suyo siempre había sido la sutileza, los movimientos microscópicos cargados de miles de significados yuxtapuestos, y no clavar los talones en el suelo con celeridad.

Ya no era el hippie que conocí tiempo atrás, su ropa había mutado a de mayor calidad sin caer en la excentricidad del nuevo rico tan de moda últimamente, le favorecía. Pero si aparentemente había progresado económica o socialmente su rostro estaba cicatrizado por el cansancio y una edad superior a la que revelaba su DNI. Sus ojos verdes se habían vuelto profundos, oscuros, tan inquietantes que no me quedó más remedio que preocuparme.

-¿Qué tal tu vida? ¿Qué has estado haciendo estos años? -me preguntó.

Le hice un pequeño resumen de las ciudades donde había estado mientras íbamos a una cafetería cercana. Él pidió agua mineral y por un momento me arrepentí de mi comanda. "Nota mental: agua mineral", me dije.

-Le dije que sí.
-Lo sé. Jamás pensé que te acabarías casando, y más con ella.
-¿De qué te sorprendes? Te fuiste, ¿recuerdas?
-Habrás cambiado de vida, pero veo que sigues siendo tan directo como siempre.

No me sorprendí porque se hubiera casado, era algo perfectamente factible, lo que provocó la sorpresa no fue el matrimonio, sino las emociones que dejaba entrever tras la supuesta mueca de alegría. Le pregunté por qué se casó si no era feliz con ella...

-Porque desapareciste, mensa.
-¿No era lo que querías?
-Ya, pero entonces no te soportaba, siempre has sido tan... rara.
-Yo también te quiero -lo interrumpí.

Me contestó con una media sonrisa y una mirada intensa, mezcla de irritación y alegría.

-¿Ves? A eso me refiero. No sé cómo lo haces, pero parece como si pudieras manipular mi cabeza a voluntad, cambiar mis emociones, y no podía con eso, me sentía desnudo, invadido contigo cerca. Ah, y no, no era lo que quería, aunque te lo dijera. Fuiste tú quien me dejaste, ¿recuerdas?
-También recuerdo que me mentiste.
-Aquello fue una tontería, ¿me lo vas a estar recordando toda la vida?
-Quedamos en ser sinceros, yo lo fui contigo y te lo conté todo, en cambio tú...
-No volvamos a repetir nuestra última conversación. ¿Dónde vas a dormir?

Agradecí el cambio de tema, él también.

-No lo sé, había pensado en mirar algún hotel mientras busco una habitación.
-No seas tonta. Ven a mi casa, tengo un cuarto libre.
-No creo que deba. ¿Y tu esposa?
-Yo me encargo. Le diré que vas a quedarte un par de noches mientras buscas algo. Además, así estarás tú para protegerme.

No le entendí, y aunque no me entusiasmaba la idea acepté.

-Pero solo un par de noches, no quiero ni okupas ni parásitos en mi casa, ¿vale?
Sonreí.

=)

Ayer...

Cada una de sus pestañas era como una fina y pequeña cuchilla que me cortaban el alma cada vez que sus párpados caían como sólo él sabía dejarlos caer. Le gustaba sentir dolor, pero sólo cuando nuestros cuerpos luchaban en un tête-à-tête de cuero, látex y piel. Era caprichoso, al igual que las marcas que dejaba en mi cuerpo mientras la vorágine de nervios excitados enterraba su mojigata y habitual forma de ser. Hombres...

Se ha marchado. Miro la hora: las doce del mediodía. La cabeza me da vueltas después de todo lo que bebí anoche. Los libros están esparcidos por la habitación, hay restos de ceniza. Me pregunto si volveré a verlo, y si realmente quiero hacerlo. Estoy muy mal: tengo el cuerpo dolorido y amoratado, y hay restos de sangre en las sábanas. Sé que es de los dos. Puedo olerla todavía. Me excito. Su aroma me recuerda a todo lo que pasó la noche anterior.

Miro mi desnudez en el espejo: el cabello revuelto, el tatuaje en el abdomen, la sangre reseca. Me meto en la ducha y abro el grifo. El agua hierve, irritando las heridas. Duele. El dolor me traslada a anoche, al dios castigador que me infligió tanto que me ha hecho perder el norte de mi vida. Cierro los ojos y lo veo sobre mí, mirándome y con sonrisa de loco. Es una bestia desbocada. Al encontrarnos, me miró como poseído por el mismísimo diablo, y entreabrió los labios. La siguiente vez que los entreabrió así fue para morderme el pecho estando ya sentada sobre él y herirme.

Pasó la lengua por sus labios cubiertos con mi sangre, esparciéndola. Y luego me besó, y me mordió el labio. Fue salvaje, un ritual animal donde millones de años de evolución se esfumaron triturados bajo el peso del animalismo que nos recorría. Le mordí el hombro y gritó de dolor, y de pasión. Cuanto más sufría, más se excitaba, y más me excitaba yo también. Lo abofeteé girando su rostro, y al volver a mirarme sus ojos ardían con aún más fuerza. Se lanzó sobre mí, y se sentó exhalando de un golpe los últimos restos de consciencia que le quedaban. Empezamos a movernos al unísono, violentamente. Nos mordíamos, apretábamos, y nos estrangulábamos. Cogimos sin parar. Fue salvaje.

No sabría decir si mientras duró me gustó, tengo un recuerdo enfrentado: lo más a lo que puedo asociarlo, y aún así ni de lejos se le asemeja, es lo que puedo vivir en una montaña rusa. Ahora que ya ha pasado lo único que sé es que nada volverá a ser igual.

Estoy muy excitada. Dijo que volvería pronto. Salgo de la ducha. Escucho sus llaves y miro hacia la puerta. Sonrío. Es él, y trae nutella.

marzo 02, 2010

Sábado... 02.03.10






Porque las cosas más importantes pasan así, de un día para otro. Porque resulta que te levantas una mañana y te das cuenta de que ya no eres una niña. Porque ves una foto y entonces comprendes que sí, que existe, que te está esperando, que tiene paciencia pero que todo tiene un límite. Porque entiendes por fin que nadie sabe leerte las manos de esa manera, inventándose el futuro.

Porque no sé aún si la culpa ha sido de ese astro que nos espía o de esta lluvia que me ha empapado hoy los libros.

Por eso hoy he visto, por fin, dos tostadas en lugar de una. Y me importa un carajo que no puedas leer el post , ni que pienses que soy cursi. En el fondo, sé que te halaga.

Pasado...




Ya no retumba tu silencio bajo mi almohada.

El eco ya no grita tu nombre. Ahora cierro los ojos y me cuesta perfilarte con el dedo. Me cuesta masticarte. Tal vez ya no hace falta, tal vez el corazón ya hizo su digestión... Tal vez ya está lleno y alimentado y eso lo hace más fuerte.

Ya no hay fantasmas que golpeen la puerta incierta del presente, ya no hay susurros a media noche, ya no es tu voz la que acuna esta alma que no duerme; ya no son tus brazos, aquellos que eran invisibles, los que mecen mis sueños; ya nada pende del hilo que no tejiste. Me convertí en una araña y tejí sin darme cuenta la verdad, la perspectiva y el espejo en el que no te reflejaste... porque no eras tú.

El descarte que nos ayudaría a reconocer aquello que se tejió para nosotros, sin ser tú, sin ser yo... en otra boca, en otros ojos... en otra alma, todo lo que hubiéramos querido encontrar en nosotros.

El recuerdo sólo deambula a veces y por asomo frente a mi alcoba en días bisiestos. Ya no... ya no hay fantasmas prisioneros que permanezcan con la luz encendida.