diciembre 24, 2009

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Muñequito:

Hola! ¿Cómo estuvo tu año? Muñequito, tengo algunas cosas que decirte...
Cuando nos conocimos, te dije que mi prometido había terminado conmigo... te mentí. La verdad es que murió. Lo único que escribió en su nota fue que lo sentía pero que había demasiado dolor...

Qué destrozada...

No podía aceptarlo. Comencé a beber y, como ya te diste cuenta, no lo hago muy bien. Con frecuencia, algún desconocido me traía a casa en taxi y, por eso, mi madre te trató así la primera vez. Pero si la llegaras a conocer sabrías que es una persona muy buena.

La mamá de mi prometido y yo éramos muy cercanas. Una vez intentó presentarme a un conocido suyo. Ni siquiera lo consideré. Y entonces te conocí. Tú me lo recordabas... Ambos son fuertes, seguros de sí mismos, amables... a su manera. ¡Hasta te parecías a él! Y había otras semenjanzas. Detalles pequeños, pero importantes.

Nos conocimos en el parabús, igual que tú y yo. También me ofreció su pañuelo. En ese entonces yo estaba muy enferma y él me cuidó, igual que tú.

A medida que nos íbamos conociendo, sentí que la nube se iba disipando, pensé era por las similitudes entre tú y él y decidí que hiciéramos todo lo que hice con él, de tal manera que sería como si nunca hubiera muerto... y el dolor cesaría.

Él me llevó una rosa a mi escuela mientras yo estaba en clases... te pedí que hicieras lo mismo. COmo él y yo planeamos nuestro futuro bajo este árbol, también lo escogí para ti y para mí. Como él y yo teníamos nuestro restaurant favorito, te llevé ahí. Como él murió en el mar, te presioné para que saltaras y luego te salvé.

Todo fue una egoista locura de mi parte. Y sé que está mal, pero el dolor a veces nos enloquece.

No dio resultado.

Y hubo un momento en que me di cuenta que no me gustabas por ser como él, me gustabas porque me gustabas tú.

Cada vez que empezaba a sentirme feliz, prefería poner un alto. Me sentía culpable por ser feliz. Me sentía mal por dejar el recuerdo, por dejar de pensar... aunque fuera un instante... Sentía que lo estaba traicionando. Lo único qu epodía hacer era lastimarte y... no soy así... muñequito... no soy así!!! Y espero demostrártelo algún día...

Tenía que hacer algo. Si quería tener un futuro contigo tenía que romper con el pasado. Y para eso necesitaba tiempo. Espeor haber sanado en este año de separación y estar sentada a tu lado mientras lees esta carta. Pero si no lo estoy, no es porque no te ame por que sí lo siento. No e sporque no te extrañe, no, chiquito. Sólo significará que no estoy mejor y que la historia aún no termina.

¿Esperarás, muñequito?
¿Podrás esperar?

Con todo el corazón espero que puedas...

Te quiero...


Eva...


Copio la lista de diez consejos que él dejó para alguien más:

1) No la dejes beber, si lo haces, prepárate para cargarla.
2) Prepárate para ir a la cárcel.
3) Dale tu calzado si le duelen los pies.
4) Si te dice que va a matarte, no lo tomes como una metáfora.
5) No esperes ayuda de su madre.
6) Los días que pases con ella, pueden no durar. Disfrútalos.
7) Caliéntala cuando tenga frío.
8) Le gusta escribir.
9) Regálale un girasol cuando cumplan 33 días de relación.
10) Lo que pienses que va a pasar después, estás en un error...

diciembre 23, 2009

Hace días...



Era como un Windows de carne y hueso.
Me encendía, iniciaba el explorador,
y pasaba el día entero abriendo ventanas diferentes.
Todas en simultáneo, una tras otra, todas a la vez.
De mañana, de tarde, de noche, sin parar.

Por momentos me sentía llena de cookies.
Los temporales me aplastaban el cerebro.
El flash se desconfiguraba y muchas veces
eran pocas las cosas que podía ver con claridad.
Mi terapeuta, cada tanto, desfragmentaba el disco,
pero yo volvía a colgarme una vez más.

Tenía que reiniciarme...

Pero, ¿dónde estaba mi botón del reset ?
Necesitaba encontrarlo.

De golpe, un amigo me acercó el soft indicado.
Junto a él, un nuevo cooler ventilaba mi máquina
y sin darme cuenta, ella comenzó a respirar.
Ahora el explorador meditaba antes de abrir una nueva ventana.

Hice un back up antes de reiniciarme.
Sólo para recordar ciertas cosas
si es que mi Windows se vuelve a colgar...

=)

Maleducada?



Tengo cierta fama de malhumorada...
Pues bien, voy a refutar tal afirmación.
A continuación enumero algunas cosas
que hacen que mi hermoso humor cambie repentinamente:

1) Las personas que comen con la boca abierta.
2) Las personas que hacen ruido al comer con la boca abierta.
3) Las personas que me miran en la cola del supermercado (Porqué me miran? ¿Qué mierda miran?).
4) Detesto llegar a la oficina a la mañana y coincidir con alguien la entrada. (Entiendan, estoy programada para decir "Hola" recién después de las doce...).
5) Me parte al medio la gente que me habla con los lentes de sol puestos (O te sacas los lentes o prepárate a seguir hablando solo...).
6) Odio, de forma visceral, a los que usan diminutivos todo el tiempo (Cafecito, tecito, pollito, corbatita y la reputita de tu mamita...).
7) Odio a los empleados de Mc Donald´s que siempre, pero siempre, me preguntan si quiero agrandar el combo por tres pesos (Si quisiera grande, pido GRANDE, ENTIENDAN DE UNA VEZ!!!).
8) Me paraliza lo ridícula y observada que me siento cuando, al irme de Mc Donald´s, tengo que llevar la maldita bandeja al maldito cesto de basura.
9) Entro en pánico y me pongo paranoica, si al llegar al cajero automático tengo que hacer fila para sacar dinero siendo de noche.
10) Odio que la gente que tiene la voz fuerte, no sea consciente y se hable a distancia con otra persona en vez de acercarse y modular la voz (¡Qué exasperante el chirriar de sus cuerdas vocales!!!).
11) Después el primer y último "intento de relación", me di cuenta cuánto detesto a la gente floja y vaga... (que MIEDOOO llegar a ser así con el tiempo!!!)

¿Quedó claro?

No soy maleducada, soy una tipa divina y de muy buen gusto, que se pone algo molesta con situaciones que sacan a cualquiera.

A ver comentaristas... hagan catarsis y cuenten qué cosas hacen que su humor cambie repentinamente y todo se vaya al mismísimo carajo... Y como no tenga comentarios, me voy a cabrear como perro malo y voy a mandar este Blog a la mismísima MIERDA!!!

Quejas y Sugerencias... aquí:
eva-hunter@hotmail.com

Adjetival



Rememorando los adjetivos calificativos que he recibido:

Ególatra, egoísta, egocéntrica, hedonista,
pendenciera, pedante, soberbia, vanidosa, orgullosa,
presumida, arrogante, altanera, inteligente, brillante,
linda, dama, sincera, educada, inimputable,
cruel, inteligente, sexópata, fetiche, tótem,
efigie, amuleto, deidad, divinidad, modelo, amada, adorada,
favorita, campeona, desubicada, molesta, seria, callada,
sarcástica, caprichosa, malhumorada, manipuladora, mentirosa,
talentosa, pretenciosa, vil, desatinada, cometa, veleta,
incansable, hiperactiva, creativa, intensa, seductora, carismática,
hija de puta, postrecito, admirable, cabroncita, emo, darketa,
divina, atenta, guapa, importante, detallista, entregada.

Bien, muchos pensarán que ahora mi ego está inflado
o desparramado por el piso queriendo hacerse flogger...

Error!!!

Sé exactamente quién y cómo soy, tanto,
que tengo muy en claro, más allá de todos los adjetivos,
que de lo único que yo puedo presumir
en la vida, es de la pareja que tengo.

Gracias a todos/as los que tiraron buenas y malas.

Excepto a ti...

Los muchachos, mano de obra desocupada, ya saben quién eres.
Cuando te agarren, gritá nomás "Schopenhaueeeeeeeeerrrrrrr"
Jajaja!!!!

Cadenas & e-Mails...

Llegar a la oficina, abrir mi bandeja de entrada
y toparme con un mail con cadenas de powerpoints,
es como encontrar arriba del escritorio una caja a mi nombre
y, al abrirla, ver en un frasco tu vómito del día anterior.

Asqueroso, de mal gusto, mala onda... ¿no?

Ok, esa es la metáfora perfecta de lo que me sucede con estas cadenas.
Y las peores, las que más me enfurecen,
son las que te envían tus propios "amigos".

Porque SPAM, publicidad, ofertas, vendedores chinos...
OK, es negocio, leo el remitente y ni lo abro que va al "Trash".
Pero los de tus amigos TIENES que abrirlos.
¿Y con qué me encuentro?
CADENAS DE AMOR Y PAZ...
No me jodan!!!

Hace unos días, un amigo que no me devuelve llamados,
ni me escribe, ni me visita desde hace mucho tiempo,
me envió un powerpoint de la Navidad, con el pesebre,
el cornudo de José creyéndose el cuento de María,
el establo, los reyes (onda Ricardo Fort) y no sé cuantas cosas más.

Cuando impulsiva e instantáneamente le reenvié a su casilla un
"NO ME JODAS MÁS CON ESTAS PORQUERÍAS",
él me respondió rápidamente que el haber hecho un "reenviar"
era una muestra de amistad, ya que se había tomado la "MOLESTIA"
de marcar a "todos sus contactos amigos" para que ellos se dieran
cuenta de que él los recordaba y los quería siempre.

¿Mi respuesta?

"Ok... ¿te acuerdas de mí enviándome mail basura que no te pedí?
La próxima vez que yo me acuerde de ti, te juro que te mando
por remise una bolsa de consorcio con toda la mugre que junte
el fín de semana... ¡sí! hasta los pañales sucios!!!"

1) Muñequito, tus powerpoints no van a lograr que yo crea en Dios.
Si existe el tal Jehová, que deje de esconderse y dé la cara, nada de
diapositivas con fondos de cielos y angelitos pelotudos...

2) Muñequito, me gusta el amor y, de hecho, hace rato lo encontré,
pero si necesito un consejo le pago fortunas a mi terapeuta,
no me mandes a Cupido con esa flecha afeminada en un corazón.

3) Muñequito, si eres mi amigo, prefiero que me escribas un:
"Hola Eva! Cómo estás?" y no un forward de forward de forward
de una tontería que algún amigo de un amigo de un amigo te envió
y te puso que si no lo reenvías vas a menstruar 142 días seguidos
sin encontrar tampones que te ayuden en tu desgracia.

Lo mejor que puedes hacer por mí, AMIGO, es tirar tu basura tú mismo.

Y va en serio.
Ya bastante me da en la madre los saluditos navideños
de gente que durante todo el año no te dicen ni buen día,
como para soportar todas y cada una de tus estúpidas cadenas de mails.

=)

Divorcio

Por alguna extraña razón,
desde hace un tiempo he notado que al estar sentada,
mi pie derecho suele pisar a mi pie izquierdo.

Lo que me preocupa es que ellos parecen
estar seriamente peleados y sin ánimos de reconciliación.

Ayer a la madrugada, aprovechando que luego de unas
cuantas cervezas mis rodillas suelen contar todo tipo de chismes,
ellas me aseguraron que mis pies quieren divorciarse.
Mis muslos, que habían tomado muy poco, afirmaron lo mismo...

Mi cadera, casi desmayada del sueño,
pero manteniendo la sabiduría y cordura de siempre,
me explicó que de separarse,
uno de los dos pies debería marcharse.

Yo me quedé estupefacta.
Salí de ahí enfurecida.
No pegué un ojo en toda la noche.
No podía dejar de pensar y pensar...

Yo, Eva, sin tener nada que ver con esa trifulca entre ambos,
luego del divorcio y al partir el pie desalojado,
me quedaría definitivamente renga...

Esto ya es más preocupante que el juicio que me está
por hacer mi muñeca derecha por tendinitis por no pagarle una ART.
(Eso no lo cuenten, me lo confió mi muñeca izquierda
y no quiero líos ni divorcios por esos lados ya que soy diestra...)

Si alguien sabe de terapia de parejas para pies que avise...


Urge!!!

Always... y no es marca.



Siempre necesitás despedirte para poder reencontrarte.
Siempre necesitás la muerte para valorar la vida.
Siempre necesitás la agonía para llegar al éxtasis.
Siempre necesitás el llanto para lavarte la cara.

Siempre necesitás partir para poder volver.
Siempre necesitás el negro para que el blanco exista.
Siempre necesitás una deuda para poder saldarla.
Siempre necesitás destruir para poder construir.

Siempre necesitás un halago para alimentar el ego.
Siempre necesitás el ego para ayudar a la autoestima.
Siempre necesitás la autoestima para poder amarte.
Siempre necesitás amarte para poder amar.

Siempre necesitás bullicio para disfrutar el silencio.
Siempre necesitás caer para volver a estar de pie.
Siempre necesitás un cielo para que la tierra siga debajo.
Siempre necesitás estar para poder irte algún día...

Adiós...

Con el despertar sexual, mi mente se nubló. Quizás antes que ninguna otra, pensaba en rozarme con alguno de aquellos hombres que sobrevolaban mi imaginación. Aún así, siempre fui cauta. Siempre esperando impaciente desde mi gruta, el momento perfecto. La víctima perfecta. La situación perfecta. Y aunque hubo mucho alcohol, las ganas rebosaban las partículas de oxígeno que envolvían nuestros cuerpos en una nube de desenfreno y excitación.

Creo que tuve varios despertares, varios momentos en mi vida en los que me daba cuenta por parpadeantes instantes, que el sexo existía, estaba ahí y yo era un claro objeto de él. Todos somos objetos del sexo. Todos.

Qué desangelada se queda la escena cuando no hay tensión sexual. Cuando no hay conflicto sexual, cuando no hay una tensión sexual no resuelta. Así empiezan los problemas. Cuando le miras y sólo quieres volver a mirarle teniéndolo todo para ti. Única y exclusivamente para ti. Porque el sexo es en sí, muy egoísta.

Me doy cuenta ahora de lo que cambió la concepción que tenía de mis esporádicos encuentros sexuales con aquel o con aquel otro. De necesitar amar para poder tocar, aunque con mucho miedo, a morder y gemir en compañía de un nuevo amante del que sólo sabía su nombre y sus ganas de mí.

Pero no es tan sencillo, y menos si eres una cazadora. Todo, siempre, acaba significando algo. Todo es demasiado extraño ahora. Y lo era mucho más antes.

Ayer, con cada ínfimo acto de posesión, como un roce de manos, me iba olvidando un poco más de ti. Hasta que decidí despedirme de ti definitivamente, desnudándole a él. Todo fue excesivamente fácil. Ahora se acaba de marchar. Después de haberme besado hasta la saciedad. Después de haberme roto por dentro contigo y de haberme reconstruido de nuevo en él. Sin tan siquiera haberse dado cuenta, consiguió lo que no fui capaz de hacer yo sola. Poner un nuevo punto y aparte.

Rememorando...

Cuando conocí al primero, todavía no era consciente de que lo más obsesivo estaba aún por venir. Entró en mí de manera inconsciente. Le quise. Y omití todo tipo de jugarreta sucia. Los dos nos impregnábamos de eso que llaman ignorancia consentida y pasábamos de nosotros buscando emociones mayores. Realmente el éxito estaba justo delante, es esa cama, pero... ¿quién se iba a dar cuenta cuando lo único que realmente importaba era el baño en saliva ajena? Aún así, nuestra autodestrucción llegó cuando nos dimos cuenta de que no podíamos vivir sin el otro, y sin los otros.

Entonces apareció un torbellino que movió cielo, mar y tierra. Hizo temblar mi cuerpo, mi casa y me enseñó a pasear borracho en línea recta camino de más y más bares abiertos. Su ventaja era que, símplemente, no le esperaba. Apareció sin más. Y sin más me hizo olvidar al primero. Tras noches de sumisión y dominación en las que no faltaba algo de violencia, me enganchó. Otra droga más. Otro misterio sin resolver, cuando las marcas escondidas de su piel revelaban un mensaje secreto que sigue sin querer desvelarme. Me enamoré rápidamente de su pelo rubio, su descaro y poca vergüenza. Y de sus manos firmes al corgerme en el aire, aunque su pequeño cuerpo pareciese estar a punto de quebrar. Al final, quién acabó rota, no fue su espalda.

ÉL llegó sigiloso. Casi mudo. Invocó al diablo y aparecí yo. Desnuda, un día cualquiera en su cama. Él estaba enfermo. Yo le curé sin esfuerzo. Y los dos crecimos tontamente en los pálpitos del otro. Si trato de ser sincera, yo caí por sus oscuros, escondidos y tímidos pero lascivos ojos, que se tendieron en el suelo nada más notar un contacto directo con los míos. En ese momento me di cuenta de que estaba sentenciada de por vida, de que el diablo había caído en la trampa de un malévolo superior. Se había acabado mi seguridad: él sabía que yo no era más que una bruja disfrazada de ayuda. Él sabía dónde tocar, y tanto, para que doliese más pero se notase menos en el momento. El maestro de las drogas de placer y de gemidos sin final. El que siempre, siempre será...

Su gran talento es la mentira. Pero nunca de palabra. Juega con una mirada realmente consciente pero infinitamente irreal. Dice que cuenta que comenta que habla. Pero en realidad, él, hechiza. Primero te hace entrar en un juego en el que todas valemos. Luego se decanta por algún rasgo. Oh. Yo caí por una gran estupidez: mi juventud y mi precoz descaro.

A partir de ahí, todo sigue su rumbo. Él te domina. Tú articulas alguna que otra palabra dejando siempre espacio para más, y más, y más de su sexo. Y joder, siempre le dejo espacio. Por qué no, si me encanta ser hechizada. Si no puedo vivir sin sus órdenes y sus labios gesticulando una y otra sentencia que hace que yo sea alguien diferente. Alguien... mucho más yo, cuando la oscuridad protagoniza mi mente.

Es un dolor tan deseado como el que me deja casi inconsciente cuando me muerdo los labios y, aún sintiendo la sangre bajando por la barbilla, mis dientes siguen apuñalando las carnosas aberturas del placer.

Y es que el truco de todo esto, es que Él es mi oscuridad. Cuando te topas de frente con ella, no valen artimañas. Sólo puedes rendirte y abrir la boca... a cuanto desee. Di de bruces contra mi propia sombra, mis peores temores y mis impensables deseos. Todo a la vez. Porque eso es lo que él es. Y me tiene toda para sí. Él siempre juega con ventaja. Sabe que no podré ser VN ni Eva con otro. No. Nunca. No quiero. No puedo.

Blood...

Sangro por las comisuras de mis labios. Tanto grité y grité ayer, que no sólo mi garganta se convirtió en profunda y roja, sino que la sangre dejaba rastros de un color escarlata mortecino a lo largo de mi cuello.

Cuando me vi en el espejo, la vampírica imagen que recibí a cambio se rompió en mil pedazos llevada por la ira. Dicen que da mala suerte romper espejos. Pero también los gatos negros. Y yo guardo cientos de ellos en pequeñas fotografías positivadas en blanco y negro. Y yo te guardo dentro cuando puedo. Es decir. Siempre. Aunque no deba ni quiera.

Pero entre el estómago y el hígado hay un hueco vacío y permanente que reza: aquí yacen las ganas de comer y el alcohol del desamor.

Inevitablemente tú siempre invades esa parte de mí y yo no puedo hacer nada más que rezar, juntando las manos, mirando hacia el cielo, tartamudeando una plegaria infinita que no tiene objetivo claro. Pero me reconforta estar de rodillas. Y el dolor de la carne viva junto la sangre que baja hasta mi pecho. Me reconforta que me duelas.

Eso será, siempre, signo inequívoco de que todavía estás vivo. De que todavía ellas no te han matado. Ni ellas ni tú mismo. Tirándote desde la ventana por haber intentado tocar la luna llena, a la que aúllas cuando sale victoriosa, de entre esas nubes que se empeñan en ocupar sólo tu terraza.

Hubo un asesinato cruzando la calle. Y sólo pude reconocer un par de órganos que ya se descomponían ayudados por las vibraciones en el aire de mis gritos de ayuda. No eran ni mi hígado ni mi estómago. Así que aunque exploté en mil pedazos, tu maldito lugar quedó intacto. Y mi garganta destrozada de por vida.

Pero nunca grité por la muerte. Siempre grité por ti.

Quién...

No sabía que querías este juego. Yo sólo me dejé acariciar. Subí las escaleras de tu mano. Entré en tu mundo. Olía a húmedo. Apestaba a sexo. Y a partir de ahí todo fue muy fácil. Y muy jodido.

Me ganaste ese mismo día. Al final de la noche, cuando la sobriedad por fin volvía a hacer presencia, te diste cuenta de la primera vez que me viste realmente sintiendo deseos de poseerme. Entreabriste los ojos. Me rodeaste de nuevo la cintura con tus brazos. Y antes de dejar descender tus manos por mi entrepierna, susurraste levemente que te parecía encantador que no supieses bailar, pero sí disimularlo.

Tú me enseñaste a no ser demasiado exigente con tus exigencias. Admitiendo y asintiendo. Viviendo cada segundo de vicio sin pudor. Sin plantearme en qué tipo de amante me convertía. Pero completamente segura de que eso era lo que anhelaba desde hacía tanto tiempo. Un sexo sincero. Sin tabús. Un sexo sucio, atrevido, incoherente, convulsivo, susurrante…

Aprendiz. No exigente. Complaciente. Satisfecha al verte rendido a la delectación. Enamorada de tus temblores previos al placer absoluto. Terriblemente enganchada de ese preciso momento en el que pierdes la racionalidad y necesitas, a gritos y a aullidos, hacerme y hacerte saber que has explotado.

Sé que es en ese momento cuando más me necesitas. Entonces me abrazas. Me dices que no quieres que me vaya. Que tienes que hablarme al oído mientras duermo. Que tienes que velarme por haber sido buena. Por haber sido mala. Todavía te queda mucho por enseñarme. Pero contigo, nunca jamás tuve tantas ganas de aprender.

Me estás modelando. Creando. Te huelo. Mi parte animal derrumba a la racional… y entonces soy como a ti te gusta. Despedazadora de lencería y carne. Objeto. Y me dejo… mi deseo sexual depende de ti. Que eres el mentor y ejecutor de caprichos conmigo. Sabes que no diré que no. Somos conscientes los dos de tu ventaja. Mi inmovilización lleva tu nombre en cada una de mis cuerdas. Ésas mismas que utilizas para encordarme. No sólo a ti, ni sólo a los pies de tu cama, sino también a mis deseos y sentimientos. Y es que soy una drogadicta de corretear tu cuerpo con mis uñas mal pintadas de rojo. Porque hoy no es negro. Hoy es rojo para ti.

Nos gusta tumbarnos y disfrutamos tocando al otro. Por fin alguien me deja acariciarle al mismo nivel que me obliga consentidamente a acercar mi boca a su sexo. Para mí, la suavidad y la depravación van de la mano. Sigo siendo una niña ¿recuerdas? Eres tan jodidamente duro y delicado. Tan frío pero siempre cálido. Tan callado y tan estúpidamente sincero. Eres la contraposición que refleja mi mundo. Eres mi bipolaridad hecha realidad. Joder, querido. Eres mío. Deberías serlo. Quizás tendría que tener algún derecho sobre ti más allá de las cuatro patas de la cama. ¿Es que no me lo merezco?

La he jodido, muñequito... Porque te quiero. Supongo que esto también debe formar parte del juego macabro que hemos creado. Gracias a ti, puedo llegar a entender que el mayor de los sufrimientos conlleve un ilícito placer que provoca que salive más de la cuenta. Como a ti te gusta. Como a mí me encanta. Babeo sobre tu pecho mientras desencadenamos la rabia húmeda y contenida en contracciones físicas.

Siempre me serví para concederme favores y placeres que de otra manera no conseguiría. Siempre me utilicé para ti y para repeler a quien pudiera verme igual que tú. Porque mi egoísta mente sabe que debes ser tú y no otro. Hoy los placeres claman por ti de nuevo. He dicho que no muchas veces. Pero también he mostrado todo mi cuerpo, sin ningún tipo de pudor para seguir creándome como lo que soy. Comiendo torpemente mientras miro por el rabillo del ojo todos los ex´s que pasan por la ventana. Observando lascivamente a mi alrededor mientras mojo mi dedo pintado de escarlata para pasar las páginas de un libro en el taxi. Pero ellos nunca, nunca, han funcionado como sólo tú sabes hacerlo. Me has enganchado, jodido pervertido. Y esta vez no puedo escaparme sola. Tendré que llevarme a alguien para que me saque de ahí. De ese estado mental de ensoñación en el que sólo existe tu cuerpo desnudo y el mío rozándote con impura pasión.

Hoy he manchado las sábanas con el rímel de tus promesas. Echándote de menos hasta el dolor físico. No me sirve ya jugar conmigo. Necesito que tú estés cerca susurrándome cómo. Cuándo. Dónde. Y acariciando mi cara mientras dices: “Aprendes rápido, pequeña”.

Noche...

ÉL volvió. Claro que volvió a mí. No necesitó excusas para enterrarme, de nuevo. Esta vez se presentó bajo la lluvia de ese maldito y tormentoso día. Me rasgó entera. De arriba abajo. Sin compasión. No sin antes recrearse en mi sexo y en mis pupilas que pedían que me diese, aunque sólo fuese por un día, un poco de caricias reales. De las que sientes ahí dentro. Justo entre las costillas y el estómago.

Pero el cabrón no tiene piedad cuando de sangre fresca y libidinosa se trata. Se vuelve más escamoso y más reptil que nunca. Muerde y no tiene paciencia para guardar las garras. Que sólo quieren arañar de arriba abajo. Y de abajo a arriba. Haciendo desangrar a su víctima. Inhalando los efluvios que las vísceras emanan a borbotones, junto con la sangre y el pus. Esos efluvios que provocan que todo él se estremezca de gusto. Gritando.

Le vi llegar violento y acelerado. Su respiración se entretenía paseando entre la excitación y la rabia. Yo ya sabía de qué se trataba. Qué quería. Así que para cuando sacó los colmillos y las garras, yo ya me había molestado en arrancarme la camisa, sin desabotonarla, para dejarle mi pecho descubierto a la puñalada que sabía que me merecía desde hacía tiempo. Por ilusa.

En mi piel, escrito a fuego se leía:
“Ella se deja de querer para quererle solo a él”.
Qué asco.

Antes de hincarme la primera puñalada, me miró, me olió, lamió mi cuello provocando una excitación mutua. Se quedó un minuto exacto penetrando mis ojos con los suyos. Luego llegó la sangre. Antes de la segunda, me tocó. Antes de la tercera, me masturbó. Antes de la cuarta, lloró.

Yo seguía sonriendo. Sabía que ese momento tenía que llegar. Me moría de placer. Él sabía qué estaba pensando. Por eso no pudo evitar que una lágrima saliese de su globo ocular. El señor de la sangre fría se volvió tierno y frágil por una décima de segundo.

Para cuando quiso recuperarme, yo yacía inmensamente feliz en el suelo. Mis pupilas se habían apagado por ese día. Aunque el iris brillaba mirándole a él. Fulminándole. Obligándole a pensar que quizás, a quien realmente quería asesinar era a él mismo.

Echas de menos a tu hechicera y por ello no puedes evitar odiarla, querido. La echas de menos y te duele. Odias hacerte vulnerable ante mí. Por eso me rompes. Por eso me asesinas varias veces en el tiempo, maldito sangre fría. Para luego resucitarme. Para luego volver a engañarme. Para luego volver a odiarme. O eso me gusta pensar, para no tener que creer lo insulso y absurdo de la existencia de la niña de porcelana en este mundo.

Me llevaste por toda la habitación, cogiéndome por la cintura, arrastrándome, dejando un rastro de sangre que dibujó un semicírculo en el suelo. Te tumbaste. Posaste tu cabeza en mi pecho. Escuchando cómo mis latidos se habían escapado. Volviste a acariciarme. Cerraste mis ojos. Me besaste. Con la sangre de mi estómago me pintaste los labios y yo recordé... "Me da mucho morbo pintarle los labios a las mujeres, Brujita. A mí me da morbo tenerte". Luego me volviste a besar sorbiendo la sangre con pasión. Querías tenerme dentro una vez más.

Querido... harás todo lo posible por resucitarme. Me acariciarás la pierna desde el tobillo hasta la rodilla esperando que dé un respingo que me sonroje. Buscarás un gemido oculto entre mis piernas. Dejarás rastros de tu baba a lo largo y ancho de mi cuerpo. Me castigarás vendándome los ojos, cara a la pared, escuchándote hacerlo con las otras...

Querido... Sabes que lo haré. Que resucitaré. Aunque cada vez, quiero morir un poco más. Cada vez más, quiero dejar de sentir.

Te.

Tu Frase...

"Fue un error tenerte, sin querer" -dijiste, mientras el sudor se escapaba de tu sien. Hacías verdaderos esfuerzos por negarme. Querías salir de la habitación... pero necesitabas quedarte allí dentro. Es muy jodido que la mente y el cuerpo bifurquen sus decisiones, haciéndonos temblar y sufrir para decantarnos por una opción.

Yo seguía tirada en la cama. Esperando que el sueño me salvase de mi depredadora mente, lo único que quedaba vivo en este cuerpo inerte.

Y sólo lloré cuando olí los restos de tu presencia en la almohada. Y entonces, desnuda e inválida, sintiéndome tonta y absurda, rememoré el momento en el que verdaderamente fuiste sincero. Cuando te quedaste dormido, sin más. Pero a mi lado. Sin soltarme.

Quiero y necesito que se acabe esta flemática situación, en la que por más que toso como un gato y me meto los dedos en la boca y hasta la garganta, no soy capaz de vomitarte. Te has quedado parasitariamente dentro de mí. A vivir de los pocos fluidos vitales que me quedan para querer.

Y lo que cuesta quitar este olor de tus Marlboro de la habitación. Todavía descansan a medio acabar en el cenicero. Quizás, en un rato, te fume. Calada a calada. Sintiendo que ya no puedo caer más bajo.

Titular...

Soy un ser no apto.

De las cuatro razones que me dieron para seguir viviendo, elegí la peor. La que me lleva, míseramente, a alargar una agonía hasta el final: la autodestrucción.

De los siete pecados capitales, elegí todos. Incluyendo en la lista algunos más que encontraba por el camino. Descubrí que me regodeaba en todos ellos. En los siete. Descubrí también mi habilidad para convertir los pecados veniales en mortales. Descubrí que mi único poder es autodestructivo. Mi única ventaja, lo único que me hace especial, es la facilidad para acabar conmigo misma. Por eso no tengo más razones para mantener este ligero hilo negro de vida.

Sé que ahora el Purgatorio es el único lugar que ha dejado sus puertas abiertas. El resto de piernas, las he ido cerrando tras los mordiscos y la espuma bucal que recubría la rabia con la que asesinaba a todo aquel que se me acercaba.

Menos tú, cálido rojo, Mi Mantis Religiosa, Mi Viuda Negra... Muerta realidad. A ti nadie tiene que matarte. Nadie puede. Ya lo estás. Sólo revives cuando eres sincera. Y solo eres sincera con tus ojos. Tu lengua nunca expresa lo que ellos dicen con profunda intensidad.

Lo que me vuelve loca de ti es que sólo uyo puedo escribir(te). Y cuando te relato en viva voz, te vuelves intensa, más corpórea y física que nunca. Y besas. Me besas. Cerrando los ojos. Volviendo a la mentira. Pasando la sinceridad de tus pupilas a tus papilas gustativas. Y me gustas. Y te saboreo. Y me gustas. Y te saboreo. Porque la Mantis que a veces salía de Eva Cazadora, se ha topado con la negra viuda más voluptuosa y real que nunca: tú, viciosa.

Pero yo no soy apta. Yo me autodestruyo. Y egoístamente, quiero enredarte conmigo para caer y caer en la negritud del fin.

diciembre 22, 2009

Rest...

Sé que intentabas romper la telaraña del suicidio mal proyectado cuando te hundías en mi carne enferma. Lejos quedan los días del alcohol chorreante calcinando nuestros cuerpos. El líquido dejó de ser amargo y comenzó a saber dulcemente a óxido. Al mismo óxido que corría en el interior de mis venas traslúcidas.

Empecé a quererte al mismo ritmo al que tú me odiabas. Las letras dejaron de tener ningún significado la misma semana en la que me senté día y noche a descifrar los códigos inexactos de tu espectro. Y no entendía nada... por mucho que lo simulé. Cigarrillos que se apagaron solos en mi cenicero. Cigarrillos que nunca quise compartir contigo para evitar el roce pasado de tus labios.

Y luchabas en una pugna perdida por mojar mi silueta espigada; por enmarañar sueños acervos que reposarían al alba de un martes cualquiera. Y no pude. Tres besos sobre blando bastaron para susurrarme que serías el despeñadero de todas mis noches. Que serías el agua en la sed y el vino en la locura. Y no puedo. Porque llevo tiempo dormida en la claridad diurna de los días que nunca dejaron de ser, por más demonios que me haya dedicado a esbozar. Porque hace tiempo que no sueño entre el jaleo de la vida de la me dejé colgar rajándome las medias. La misma vida que araño desde la ventana y que hoy no consigo ver.

No quedan piscinas de bolas, caramelos ni globos que lanzar al aire. Mis caricias olvidaron las perlas de colores que dibujan las cortinas de mi habitación; y la cesta de la fruta me mira desde la cocina devorando una cáscara de limón pútrida. Y otra vez en blanco y negro sobre los versos sucios de tu cuento. Otra vez leyendo agonías en las noches de niebla y sexo. Y coges lejos cuando me piensas. Y estás dormido cuando te recuerdo entre los brazos que me reconfortan en las noches infinitas de romanticismo perverso.

Lo único que conoces es que me extingo despacio entre las llamas que me odian muertas sobre los segundos de alguna madrugada... y que hice unas cortinas con perlas de colores inténtando recuperar la caricia de ese martes cualquiera. Ese martes en el que decida asomarme a ver el mundo.

El resto nunca lo sabrás.

End?

El crujido de las uñas entre tus dientes me empezaba a poner nerviosa. Sí, también yo a veces destrozaba las mías en actos convulsos e involuntarios. Mis mordisqueos constantes podían ser una delicia si lo comparábamos con la mierda que se cocía fuera. Y ¡para qué engañarnos! Habías empezado a caerme mal. Dejé de sentirme frágil y ya no quería que cuidases de mí.

Después llegó otro episodio. Un domingo disfrutaba de un desayuno-comida de ésos que tanto me gustan sentada en la cocina. Una música ligera sonaba bañando mi tranquilidad, los pájaros volaban en la más absoluta inercia. Perfecto. Tomaba zumo de naranja, tostadas y melón. De pronto un aullido... Un arándano de la mermelada se fugó por mal sitio y casi me ahogo por tu culpa. Después de reanimarme a mí misma y hacerme el boca a boca contra la palma de la mano me acerqué a ver qué pasaba. Fue la primera vez que te vi desencajado, como si una familia de ratas hubiese anidado el los cajones del sinfonier.

-Carajo!!! Casi me ahogo. ¿Qué pasa?
-¿Qué madr..s hace un chicle pegado entre las sábanas?

Chicle, chicle, chicle. Ya sé...

-¡Uy! Me parece que es de anoche.
-¿Cómo que de anoche?
-Cuando empezamos a coger tenía uno en la boca y con disimulo lo pegué en la cama -(No pude reprimir la risa y estallé en una carcajada)-.

-¡No tiene ni puta gracia! Esas sábanas me las regaló mi madre. A ver cómo diablos despego ahora toda esta porquería!!!
-Sí tienes razón. Hubiese sido mejor mantener el chicle debajo de la lengua y habértelo pegado en el pene... ¿A que sí?
-Qué cabrona eres... que te crees muy graciosa.
-¡Oh, sí! Anda ya, la culpa es tuya por tener esa cama tan ruidosa.
-Mira, déjame tranquilo, a ver cómo arreglo este desastre.

Entonces todo se fue templando. Entonces todo era cuestión de tiempo.

Una mañana mientras me desesperezaba arropada entre las valiosas sábanas de tu mamá intentaste cogerme. Y yo te propiné un "Primero lávate los dientes". En ese instante supe que me había roto. Que te había roto. Lo confirmé cuando te levantaste para ir al baño con toda la naturalidad del mundo, cuando supe que a la vuelta me creerías abierta de piernas sobre las sábanas impecables de MAMI.

Entendí que ya no te escupiría dentro de la cama porque no me quedaba saliva para ti. Sólo me quedaba la baba de mandarte a la mierda entre el parqué, la ropa de cama, tus juegos aburridos y la sombra de la barba que ahora me picaba y me daba alergia.

A mí siempre me gustaron los desayunos abundantes de los domingos y poner el despertador los sábados para volverme a dormir feliz a las seis de la mañana. Empapar de charcos el suelo y llenarme los pies de pelusas para volver a mojarlos.

"No te tomas nada en serio", decías.
"Porque nada lo es", replicaba yo.

Llegó el día del fin, y entendí que no era necesario decir nada. Que todo se quedó escrito en aquella casa. Un último repaso a todos tus tesoros y tres giros hasta la salida.

Esta Tarde...

No es necesario que te diga cuánta mierda tragaron mis ojos. Sigues ocupando muchos más espacios que yo, sigues siendo el jodido sabio que entiende de leer mis tardes sin puestas de sol... mis días.

Intento soñarte pero sólo acudes en forma de pesadilla, nunca he dejado de creer que siempre ganarás; haga lo haga, te quiera o te odie. Nada importa cuando estás ni tampoco cuando desapareces en los días fúnebres señalados por algún iceberg.

Me arrastro sentada y con las manos desnudas sobre el hielo que se amontona en la cima de la montaña en la que solíamos sudar hambrientos. Busco matarte entre los vértices del dolor físico; debo decidir si deseo que dejes de apretarme el alma. Recorrido el sistema nervioso del abismo, me revuelco sobre las ciénagas del dolor con las palmas despellejadas y difusas. Con el hielo entre las uñas; siendo éste el icono que creé para que algunos me vincularan en los días gélidos que acompañan a las violentas ráfagas de viento.

Los días amargan tanto como el recuerdo de los pliegues de tus codos enfermos; como tu respiración aterrizando en el espacio que queda entre mi hombro y mi cuello. Sigo percibiendo el látigo de la tristeza arañando cada vértebra que conservo rota... porque no sé sufrir si no es contigo. No pido salir de la espiral de tus trampas porque sé que no podré. Te elegí para ser la hiel que menea mis espasmos, con el fin de blasfemar sobre mí cuando eyaculas tristeza. Solamente soy capaz de desgarrarme adherida a tu espalda repleta de estigmas; tu ojos siempre vieron más mierda que yo.

La habitación nunca ha dejado de girar cuando tu voz escupe mi nombre y las manecillas del tiempo siempre se secan cuando tú estás; tormentas de vehemencia caían los días en que tu lengua se abría paso entre razón y demencia, borrando huellas de camas decrépitas.

Me jodes y te dejo sodomizarme en los amaneceres de este principio de invierno, porque sé que eres el único ser en el que puedo arrojar toda mi locura, vomitar los excesos que me llevan de la mano a volar. Jamás te he visto temblar más que de frío; porque eres mucho más cabrón de lo que mi inexperiencia puede adivinar.

=)

ToDay

Aunque hoy me detengo... han valido la pena los tremendos errores que he cometido y que habría rectificado de haber podido, los aciertos no menos grandes, los dolores que me han quemado y arañado el alma, han valido la pena porque se me permitió caminar por donde caminé, por el infierno en la tierra, por el cielo en la tierra, otra vez atrás, dentro, debajo, lejos, entre, através, en y encima.


Así es...

¿Es?

“Odiar es una manera de autoconservarse, hasta la destrucción del otro, mientras que amar es una manera de hacer existir al otro”


Si alguien se odia por no amar, ¿qué es? ¿Es una forma de autoeliminación inconclusa o es la negación del otro?

Porque autoeliminación, sin atenerse a su forma más extrema, la física, también cobra un significado, quizás, de autonegación. Entonces se desprende casi lógicamente la interrogante de si es posible que la autonegación conlleve a la destrucción del otro, pues sería, por ende, una forma más de negación. Los más quisquillosos apelarían a aquella ley lógica por la cual la doble negación supone una afirmación.

Por otro lado si el amor supone el implícito reconocimiento de la existencia del otro, tendríamos que asumir que hay “celestiales” seres humanos que aman a aquellos por los cuales son odiados. Lo cual es una visión, además de burdamente romanticona y falsamente clerical, un tanto irrealista.

Más allá de que quizás se trata de un supuesto de estampo más darwiniano en el que el instinto de supervivencia hace que debamos aniquilar al otro para subsistir y así ganar en la carrera hacia la selección natural, se hace patente el hecho de que más de una duda surge sobre si es posible que un ser no humano reconozca en su cabal sentido, el concepto de odio así como el de amor.

Por un tercer lado apelaremos entonces a la Psicología con su principio de polaridad de pares opuestos. Amor/odio están tan delicadamente delimitados que es prácticamente indiscernible la prevaricación de su barrera.

Según el principio de polaridad de Hermes Trimegisto en su Kybalión: “Todo es doble, todo tiene dos polos, los semejantes y los antagónicos son lo mismo, los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan, todas las verdades son medias verdades; las paradojas pueden reconciliarse”

Y aún sin adentrarnos en un caso de relativismo o absolutismo de la verdad en la que hasta una verdad relativa tiene un grado de absolutismo, una pregunta surge casi espontánea: en un caso, por ejemplo, de discriminación, si hubiera una media verdad, ¿cuál sería? ¿La del indio sobre el blanco, la del negro sobre el asiático, la del islámico sobre el católico, la del comunista por sobre el capitalista?
Y otra pregunta aún más austera: ¿son reconciliables?

Y finalmente la más dura: ¿una media verdad es una verdad o es una mentira?

Pues esto se parece ya mucho al Dr. Frankenstein y su maravilloso monstruo. La maravilla de la globalización si bien nos ha hecho partícipes de una misma aldea global, también ha contribuido a la creación y potenciación de su propio monstruo.
Quisimos jugar a la gran comunidad y a todo lo que esa raíz implica. Pero no aceptamos sus consecuencias oscuras.

Ahora es tarde.
La aceleración del tiempo histórico se potencia y no para.

Alea iacta est.

Tlaxcala...

Acabo de salir del cuarto de baño. Mientras me duchaba, he tenido la siguiente cadena de pensamientos:


a) El amor no existe, es pura sugestión, una combinación entre la erección emocional inicial y el cariño generado por el día a día, la costumbre y el miedo.

b) Me entristece la gente que lleva juntos desde los 15 años y se autoconvence de que está enamorada cuando, en realidad, lo que tiene es pavor a volver a empezar y quedarse sola.

c) No, espera, en realidad es una labor encomiable. Renunciar a lo que realmente se siente por seguir adelante con un proyecto vital compartido es algo digno de mención.

d) De todas formas, el amor sigue sin existir, si no mira a T, o mira a M, o mira a C...

e) ¿Por qué siempre que intento sacar ejemplos sobre los desastres del "amor" me salen nombres de chicos?

f) ¿Hay excepciones?

g) Puede. Mira a L, o a A, o a C. Ellos han conseguido ese equilibrio entre lo que realmente debería ser una relación y la construcción de una vida en común sin que las hipotecas y los te quiero del comienzo pesen sobre ellos.

h) ¿Lo creo realmente o me engaño pensando que ellos lo han conseguido porque son intelectual y culturalmente superiores al resto?

i) No, es cierto. Todo tiene que ver con el bagaje, con la cultura fílmica y literaria. Ellos han visto o han leído lo que realmente es amor (o al menos, lo que los creadores creen que significa el término). Ellos conocen todo tipo de amores, más allá de los de 'Crepúsculo' o 'Love actually', de los que simplemente son pasionales o monos. Ellos son capaces de identificar el amor que sienten y de no confundirlo con otros sentimientos que, tarde o temprano, acabarán extinguiéndose.

j) Entonces, el amor existe, ¿pero es una copia de obras de arte?

k) ¡Uy, qué tarde es! Me voy corriendo que no llego a trabajar...

Trueque...

Te cambio un post absurdo y feo por quince o veinte besos en la espalda. Hasta puedo intentar hacerte un masaje y buscarte las contracturas. Mientras tanto, seguiré buscando en google "trust me", para regalarte alguna canción que disipe las dudas que una cabrona te crea antes de irte a dormir.

Remember...

Soy tu madre putativa, tu protectora, tu 'eye in the sky, looking at you'. Al menos fue así tiempo atrás, hace unos años. Creo que no hace falta decir nada más, por mucho que me dedique a redactar al borde del coma etílico.

Bueno, sí, sólo una cosa: estoy segura de que nadie ha rezado por ti como lo hice cuando estabas estudiando, para que no te equivocaras cuando leías en voz alta y no te trastabillaras cuando llegaban las erres seguidas de consonante. Si el mundo fuera justo, si tú fueras justo y fueras capaz de aplicar correctamente el sentido de la palabra amistad, ésa que tantos quebraderos de cabeza nos lleva años dando, me estarías venerando eternamente, subyugado a todos mis designios, a todo lo que yo te pidiera que hicieras.

Aunque no lo creas, no soy tan hija de puta. Ni siquiera te pido que me devuelvas los rezos, fíjate lo que te digo. Simplemente te ruego que huyas, o que despiertes, o que, al menos, nunca más vuelvas a ser eclipsado. Eres el mejor entre tanta mediocridad, traducida en jeans, sonrisas pícaras y locales con flores en las paredes. Eres la roca entre la mierda, la última esperanza en un mundo para el que, reconócelo, no estás hecho.

Huye. Despierta. Lo que sea, pero hazlo ya. Me estoy cansando de esperar.

Fdo: Tu madre putativa...

Work...

Hoy, el frío comprime los más nimios vasos sanguíneos, los dedos se llenan de escarcha pese a no estar tecleando en el despacho donde se murió la calefacción. Me gusta la obligación de tener que compartir contigo la mesa, tus miradas esquivas a mi escote ofensivo, obligar a mis pies descalzos despistarse sobre tu pantalón y percibir cómo se dilatan tus pupilas y poder aguijonearte con una leve sonrisa traviesa, mientras bajas la cabeza y te tocas disimuladamente la entrepierna.

Me gusta sentirte cohibido, expectante y fingidamente lejano a la espera de mi próxima diablura, después de que te propusieras que no volvería a ocurrir, que no cogeríamos como dos dementes en la sala del café, excitados por la remota posibilidad de entrada en escena de tu acomodada pareja. La estupenda y comedida, que te esperaba en el portal del bloque de oficinas, con su bolso inmaculado de Channel cargado de antidepresivos y el aroma hiriente de recién salida de la peluquería.

Todos los falos del averno se amilanan bajo la cremallera y, sólo bajo las efluvios de las macabras cenas de empresa, tras el aluvión de bebida, se intuye cierta viveza. Y hago de ese momento mi patio de recreo y me sublevo contra la imposibilidad de no volver a tenerte... y se vuelve el objetivo que derribar esta tarde.

El invierno ha tomado por asedio la ciudad, abofeteando esta fingida tregua de calidez en plena estación que se debe glacial. La carne se refugia entre mullidas bufandas a refugio de este frío cortante que sodomiza las avenidas marcando el ritmo de los peones, que apresuran su paso sobre las aceras.

Debo ser una enferma, o una puta bendecida con la autocombustiòn entre mis caderas, pero a mi, poder percibir la transpiración de la urbe me pone cachonda.

Las bocas y sus alientos nebulosos escupidos al aire, la blanquecina neblina espermática densa sobre el paisaje, las chimeneas calientes soltando sus flujos hacia al puto cielo... Una deliciosa evocación seminal que tragar a boca llena, que lo impregna todo de promesas.

El compás cimbreante de abrigos y disfraces que poder desenvolver como una niña el día de reyes y recrearme luego en los matices de la piel, en el aroma de esos sexos cohibidos a los que destripar sus secretos entre gemidos, acosando su abulia con mi desenfreno. Creo que debería de mirar menos por el ventanal de la oficina y centrarme en mis tareas, pero es inherente en mí esta tendencia... y dejar un agujero abierto en la jaula, no hace más que provocar que fantaseen los ratones de biblioteca.

Hoy quiero tu cuerpo... y su aliento susurrando delirio junto a mi cuello tenso, la liquida perversión de tu vida acuchillando mi sueños... resumiendo estoy en época de celo, o quizás de berrea, tampoco varia mucho la esencia.

Todo me habla de sexo en invierno, la totalidad de lo que me rodea me pone irremediablemente frenética... y te pienso, y siento la quemazón. Fuego liquido que se filtra por el algodón amable de mis bragas, al recordarte... Al rememorar la cálida saliva propulsada a mi sexo, por esa boca glotona que me lamió a sorbos el alma y fermentó en mí los más lascivos y oscuros deseos.

Soy un ente travieso por naturaleza, soy lo suficientemente enajenada para conocer el placer de cruzar los limites, balsear las orillas de lo correcto y sentirme vinculada con las sacudidas del cosmos, con el despotismo que explosiona sin cortapisas, que se entrega a la inmensidad de tus ojos, al tiempo intasable del dialogo de la carne, para luego disfrutar del ahora ingrávido y purificado que se expande por el espacio, ese que también habita en mi.

Hoy tengo el tablero preparado y mi jugada no codicia el jaque mate, es la esquemática configuración de movimientos, que finalmente avoque a “El ahogado”, lo que es lo mismo, en tablas.

La seducción podría ser tildada de una batalla de necesidades, hoy quiero acallar el ansia de ti... y bueno, qué decir, para mi el juego ha comenzado. Realmente comenzó cuando te vi por primera vez, cuando comencé a urdir mi elástica trampa, en la que a ratos me siento presa de la montería que genere.

Cómo me seduce percibir todas esas manos enguantadas escudándose de esta borrasca siberiana que saja y azota con crudeza a los siempre caminantes. Van y vienen, enfrascados en su metódica coreografía grandilocuente que acompaña a la Navidad.

Mis tacones están obcecados en castigarte con sus medidos pasos, ronronean sobre los limites de los tejados, correteando entre el incombustible trafico de testosterona y olor a celulosa y tinta, que me pone absurda... e inevitablemente húmeda. Algo hemos aprendido de los ritmos viales y sus mecanismos. Me sentía una gata que callejea, ufana de ella misma, por los entramados de la estancia, los físicos y los psicológicos. Así que decidí activar el ideado esparcimiento.

Siempre percibí los margenes de lo correcto, mis entrañas me hostigaban con un enjambre enloquecido de sensaciones. Qquizás fuera malestar, simple malestar de origen vírico... tal vez fuera mi moral pataleando enrabiada o tu interés fulminándome.

Esa pupila magnética que eclipsa el resto del escenario desde la distancia, cinco metros y siento que te tengo encima. Mordisqueas un lápiz cuando cierro la puerta e inicio paso hacia la hilera de espacios panelados donde traquetean enfervorizados los teclados. Y el tiempo no es más que un caracol borracho... y dejo que mis pestañas barran el suelo.

No debería ser absolutista en mis pensamientos, valorar la capacidad de cada cual de elegir personaje en este eterno desfile de mascaras y me obligo a no tener aristas, márgenes afilados en mis fronteras que me sangren mas de lo necesario, pero contigo lo hago.

Esta estúpida partida, sin adversario tangible. El impredecible y caótico albur, que desconoce de reglas humanas y descuadra la previsión y las estrategias.

La jugada queda anulada con la llegada de la reina blanca surgiendo de la nada, dejando carente de movimientos a la yegua negra sobre el sofacito de la sala de café. Una pieza avanza, son los brazos de "X" se empeñan a que tome aliento en su regazo... voy a permitirme ser mimada frente a ti. Voy a atacar tu ego con la torre abrazada a mi.

De Amor y Muerte...

Me gustaría morir matándonos. Sentir la calidez del colapso cogiéndote a muerte, o que me destrozases la carótida en pleno polvo desesperado. Me gustaría asfixiarme con tu monóxido. Que mi matriz saliera despedida tras la quincuagésima embestida. Que mi lengua se trabase con la tuya en un nudo corredizo. Deshidratarme de sudor y flujo mientras tú te deshidratas de sudor y semen.

Hablo de muerte y de vida. De orgasmo y dolor. Hablo de lo que casi nunca cuentan ni los libros ni las películas. El dolor es uno de los componentes del placer. Quizá pudiéramos conseguir la mezcla adecuada. El cóctel capaz de elevarnos hasta lo más alto para luego dejarnos caer al vacío. Y morir.

Joder!!! Se nota que es invierno.

Sí. Morir. Todos tenemos esa asignatura pendiente, así que nada más liberador que hablar de ello con naturalidad. La libertad de escoger no ya la forma de muerte sino la forma de muerte voluptuosa. Esta historia no puede titularse "de amor y muerte" porque aquí no hay amor.

No, y no quiero a nadie y nadie me quiere a mí tampoco. Tan sólo nos atraemos a muerte, que es mucho más de lo que mucha gente experimentará en sus breves vidas. Me gustaría ser la sonda que te inoculara la verdad en un mundo carente de certezas. Me gustaría no ser para arrastrarte conmigo al abismo.

Pero ya estamos en el abismo. Hace tiempo que nos dejamos engañar por el olor y las artes del otro. Hace una eternidad que buceamos por los pliegues de nuestras carnes en busca de vete a saber qué. Quizá hace tiempo que...

¿Morimos?

Hay días que me levanto de la cama como dolorida. Con la sensación de que todo lo que hay no es más que un escenario, una trampa para pardillos. Especialmente cuando toca resaca. Bueno, es que con resaca la cosa se vuelve totalmente cómica. No hay paredes. No hay cielo. No hay cuerpo ni sensaciones táctiles. Todo es hueco y flotante, como el corcho.

Me gustaría no haber existido nunca y que me hubieses acompañado en la no existencia. Imagina el placer por omisión del saber que no se va a ser. Siente conmigo el vértigo de un futuro imposible anclado en un pasado inexistente. Me gustaría que sólo fuésemos aire turbio dando vueltas por ahí.

Lo sé... lo que deseo es tan real como imposible. Digamos que cobra certeza en este mismo momento, con mis labios vocalizándolo muy cerca de tu oído derecho. A mí me gustaría haber tenido la suerte de no conocerte en esa no existencia, fruto, esta vez sí, del azar que nos hizo coincidir una vez hechos materia, dolor y ansia. De madrugada. Porque sólo en las madrugadas es posible llegar a estas conclusiones.

Es curioso. Comenzamos jugando con vida y muerte cuando no son más que simplificaciones de un concepto mucho más amplio. Nadie puede describir la nada que no puede expe

¿Bebemos cerveza?

diciembre 21, 2009

Fin...

Hasta aquí llego.

Me bajo del tren, del avión, del camión, del submarino nuclear, o del transporte más tosco en el que viajes.

Hasta aquí llegan mis huesos, las ausencias, y el alma cansada que pesa 10 kilos menos desde que dejamos de ser un entero para convertirnos en mitad.

Hasta aquí los versos y los besos.
Hasta aquí las necesidades de necesitarte.
Hasta aquí los aquellos que no somos nosotros.
Hasta los mismísimos de aguantar lo inaguantable.

Hasta aquí las sesiones de autoayuda que te regalo todas las noches, sin llevarme absolutamente nada a cambio. Lo mío es estudiar sociedades infectas y no el psicoanálisis de individuos acorazados.

Hasta aquí.
Aunque aquí esté en ninguna parte.

Puede que mi último movimiento en tu tablero consista en revelarte la forma de llegar a afaltademedioverso... puede que la Srta. Bye sea la encargada de ponerte el jaque en la frente, a modo de adiós.


Y a los que están ahí, detrás de cada entrada, mis gracias más viscerales.

Insensible¿?

Dejé de sentir con las vísceras hace bastante tiempo. Ahora me limito a contemplarte sin alma, vacía de hígado y riñones. Será que acostumbrada a romper el llanto antes de tiempo se secó todo sentimiento, todo "algo" que llegara a diferenciarme de una bolsa de plástico que baila un tres por cuatro, dejándose llevar por el viento.

Esta mañana cuando te has marchado de casa no he sentido ganas de salir corriendo a buscarte para salvarte, para salvarnos. Y es extraño... he vuelto a la cama y en vez de aspirar la esencia a ti que aún permanecía en el algodón de las sábanas, me he limitado a arrojarlas al suelo y a dormir en el colchón más raso.

Psicología...

Vivimos entre extraños. Convivimos con perfectos anónimos que funcionan gracias a las pequeñas y minúsculas descargas que provocan las conexiones neuronales.

La masa respira de forma acompasada polución, olor a sexo y ausencias. La ausencia, el vacío y la desesperación, se manifiestan en las sociedades más complejas y pobladas, y aquellos que las estudiamos, permanecemos distantes en una observación no participante que nos relega a una característica y propia soledad acompañada.

Estoy hablando del reducto destinado al Psicólogo Social acostumbrado al todo, al bullicio de miles de bocas, que por las noches fantasea con la compañía de un único cuerpo caliente que haga pocas preguntas y que sepa interactuar con las visceras chorreantes en las manos.

Octubre...

Al final saqué el valor suficiente para sacar una goma de borrar gigante de miga de pan, que cargaba desde hace tiempo a la espalda para hacerte desaparecer.

En cuanto dejaste de estar presente, me agaché a recoger, uno por uno, los restos de miga en la desesperación de volverte a recomponer, en la desesperación de volverte a crear para convertirte en la mitad que forma nuestro entero; en la desesperación de creer, aunque fuera sólo por una vez, en la resurrección de la carne, en la resurrección de tu piel caliente. Terminé desistiendo minutos después.

Se habían mezclado con las castañas podridas de otoño y con mi prometido último llanto de octubre, hasta hacerlas invisibles.

Por primera vez...

Parto por unos días, siguiendo a las nubes que traen lluvia. Parto liviana, con una maleta pequeña y naranja, que recuerda que vuelvo a casa. A la casa con vistas al tráfico y a las flores de azahar.

Tengo la sensación de que parto sola, que por primera vez te quedas en Veracruz. Que por primera vez no te llevo en el nudo de la garganta, que por primera vez no te llevo por debajo de la piel.

Te dejo aquí, en la ciudad de los edificios bajos y los pájaros dormidos, en compañía de las que quieras, de aquellas que no soy yo.

Antes de irme, sueño que te tapo bien los pies.
No quiero que cojas frío...

Por primera vez...

Parto por unos días, siguiendo a las nubes que traen lluvia. Parto liviana, con una maleta pequeña y naranja, que recuerda que vuelvo a casa. A la casa con vistas al tráfico y a las flores de azahar.

Tengo la sensación de que parto sola, que por primera vez te quedas en Veracruz. Que por primera vez no te llevo en el nudo de la garganta, que por primera vez no te llevo por debajo de la piel.

Te dejo aquí, en la ciudad de los edificios bajos y los pájaros dormidos, en compañía de las que quieras, de aquellas que no soy yo.

Antes de irme, sueño que te tapo bien los pies.
No quiero que cojas frío...

Rutina Sin...

Hace algunas horas dabas vueltas con camisetas, pantalones y ropa interior dentro de una lavadora de diez kilos. Ha costado una semana llenar todo el cesto de la ropa sucia y tú formabas parte del juego de las sábanas azules. Me daba la impresión de que mientras aquellas sábanas azules estuviesen en el cesto de la ropa sucia, tu olor a perfume caro iba a acompañarme en este habitáculo que es mi casa de prestado.

Estabas casi al final del cesto de la ropa sucia, te saqué con formas ceremoniosas y te metí dentro del mejor electrodoméstico inventado nunca. Jabón y suavizante marca Número 1 se encargarían de sacarte de aquellos trozos de tela estampada. A 40º estabas cuando empezó el centrifugado, 45 minutos tardó tu olor a perfume caro en desaparecer.

Desapareció el olor, pero te quedaste en el tacto. Al igual que te quedaste en la latita de guardar pendientes -ahora cenicero-, en la bañera, en el desayuno tempranero, en los pies cansados, en un parabús, en los chicles que ahora estarán en alguna basura o pisados sobre el asfalto, entre mis dedos, en mi cuello. Te quedaste en la piel y en las risas que flotaron en el aire aquel viernesyasábado.

Te quedaste en los besos y en los abrazos.

Y ahora yo solo quiero que hagas nevar.

...

Si...

Si esto fuera una subasta, mi puja no llegó a ser lo suficientemente alta.
Si fuéramos niños, la pelota con la que jugábamos se nos caló en el tejado de enfrente.
Si fuéramos amantes, te dormiste mientras te besaba por debajo del ombligo.
Si fuera la guerra, perdí a todo mi ejército, y descalza, volví a mi casa.

Te quiero y te he querido con las rodillas, con los ojos y con los codos, pero finalmente, no fue.

Reparto...

Entre todas nuestras cosas a repartir, me quedo con la fiebre que desprendes cinco minutos después de caer rendido contra la almohada. Junto con eso, permíteme que me lleve el primero de tus besos, siempre fueron mejores los dormidos, los perdidos. Los que empiezan en la comisura de los labios y terminan en el segundo desayuno.
A título informativo te escribo para dejar de manifiesto que has dejado de formar parte del entero que hacíamos cuando tú eras mi mitad.

A título informativo te escribo para dejar de manifiesto que desde hace dos días tu nombre sólo me suscita lástima a la vez que compasión, por tu tardía adecuación al mundo adulto y por la pérdida que sentirás cuando me necesites a la 1 de la mañana y ya no haya nadie al otro lado que te explique que si me dejas, tu vida se puede convertir en algo mejor.

La insuficiecia de corticoides que experimenta mi cuerpo cada cierto tiempo me ha demostrado que ya ni siquiera te necesito para que sujetes mi mano mientras me inyectan los reglamentarios 300 miligramos.

Diciembre...

Aquel día ví lo que no tenía que ver y pasé parte de la tarde enjugándome los ojos, alejándome de tu campo de visión, para que tus ojos casi marrones, casi verdes, casi miel no me descubriesen. Tus ojos casi marrones, casi verdes, casi miel, además de preciosos se clavan rápido y me encontraron en un pestañeo.

Te acercaste y dedicaste tres besos a cada uno de los míos, que también son casi marrones, casi verdes, casi miel.

-"Me sigues pareciendo preciosa a pesar de que llores por alguien que jamás podré ser yo", me dijiste.

Hicimos el amor.

Cuando me desperté te encontré fuera de aquella furgoneta con tus ojos casi marrones, casi verdes, casi miel puestos en las cuerdas de la guitarra a la que hacías sonar de manera limpia aquel "New love grows on trees".

Podría...

Si lo prefieres puedo seguir buscando bocas a las que morder. Puedo seguir desabrochando botones nuevos. Puedo volver a los conocidos y volverlos a desabrochar. Puedo descorchar otras tres botellas con otros y brindar en secreto porque ya no estás. Puedo dejar que me desnuden y puedo desnudarme para otros tantos más. Puedo jugar a cosas nuevas, puedo despertarme entre sábanas de colores o sobre el más raso colchón.


Claro que si lo prefieres podrías ahorrarme tanto trajín de cama en cama y pedirme de frente y de verdad, que tu boca es más boca cuando nos mordemos, que a tu camisa le sobran los botones y a nosotros si algo nos falta es la paciencia, que por querer nos podemos desabrochar hasta el alma, que si bebemos mejor que sea cerveza fría de botellín, que si brindamos sea porque a la noche le han añadido horas, que desnudos todos los juegos pintan mejor y que poco importa dónde nos despertemos si el reloj pasa de las tres.