octubre 06, 2011

[Cicatrices]




Siento mucho que siempre te toque barrer los pedazos de piel de mis malas decisiones, ponerme los curitas en los raspones resultantes de las misiones suicidas en las que me suelo embarcar. Lo siento mucho, porque eres el menos responsable, y porque no entiendo cómo puedes no ver, o pretenderlo como si de hecho supieras mentir. De alguna manera voy a encontarme otra vez.



Para eso son las cicatrices, son el une los puntos, las migajas de pan que me regresan a mí.

[Prejuicios]





"Me dijeron que ya te olvidara, que yo no te importo -Tu sufriendo por esa
vieja, y ella ya está cogiendo con otro cabrón- Si es si cierto o si no, no lo
sé, y no me importa, yo sólo sé que quiero estar contigo"


Me da mucha risa cada que quieren venderme eso como si me demostraran su amor incondicional, como si con el hecho de no juzgar mi calidad moral basándose en mis decisiones, les consten o no, me estuvieran haciendo un favor, y tuviera que agradecerles el que "no les importe".

septiembre 25, 2011

[Regreso...]


No quisiera uno a veces salir de los lugares por el miedo que da no querer regresar.

Y así pasa con las personas... algunas personas... no todas... no siempre... bueno... a mí ni me pasa.

Hace ocho meses ya, que decidí volver a este lugar, pero es cosa distinta decidir a querer. Por lo demás, suele uno querer las cosas importantes al propio tiempo que no las desea.


Hace meses que no quiero llorar y cuando me sucede quiero seguir hasta secarme el alma. "¿Te pasa algo?", preguntan de repente y recurro a la vieja coartada de siempre. Estoy loca, ¿no es cierto? Siempre será más fácil pretextar un problema de salud mental que decir la verdad de cuánto sientes. Peor aún si tampoco terminas de saber qué diablos sientes. Y es para averiguarlo que intentas escribir.

Si alguien quiere ofenderme, llámeme intelectual. El intelecto no es sino una herramienta, más ordinaria aún que una llave de tuercas. ¿O es que todo el mundo posee, sin excepción, una llave de tuercas? Desvarío, ya sé, pero ése es mi trabajo. Antes seguir de noche los pasos del instinto que olisquearle las patas al intelecto. Si el raciocinio me hace un ser humano, elijo prestigiarme por cuanto tengo de bestia peluda. Prefiero que me miren aullándole a la luna que presidiendo una mesa redonda, por más que, bien mirado, sea más fácil esto que aquello. Soy una bestia huraña, saco las uñas y enseño los dientes, pero muevo la cola cuando unos ojos francos me sonríen.

Creí, cuando empezaba a perpetrar estas líneas, que sería capaz de abundar en el tema del llanto, pero de pronto entiendo que es temprano para eso. Acabo de volver, no se trata de entrar en la cocina cuando no se ha pisado ni el jardín. Necesito recuperar el espacio que hace ya tantas leguas dejé atrás.


Luego de nueve meses de "facebookear" —ese acto leve, ingrávido, impulsivo, reconfortante a veces pero igual, de repente, desolado— he logrado habituarme a la inmediatez, como cuando en los años escolares conseguía entenderme con mis iguales mediante papelillos malandrines, no pocas veces llenos de versitos impúdicos que daban lo que fuera por parecer perversos. Qué delicia "facebookear", reparo en un instante, pero qué pena al fin hacerlo a costa de cierta dimensión abandonada. No se llora en el "Facebook", ni se aúlla casi. Y hay mañanas y tardes y noches de intimidad callada, cuando quiere uno aullar en algo más de
ciento cuarenta caracteres:

Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

uuuuuuuuuuuuuuuuu

uuuuuuuuuuu

uuuuuuu

uuu

u.

Es de noche, a finales de agosto. Me había propuesto regresar al hotel y transcribir un trozo de la nueva novela. ¿O debería decir capturar? Me niego a usar ese verbo asqueroso, las palabras que importan no toleran vivir en cautiverio.


El punto es que en lugar de transcribir me dedico a escribir estas líneas sin pies ni cabeza sobre el block pequeñito del buró. Si, como algunos dicen, ya es un anacronismo trabajar en tu blog, habría que ver qué piensan de quien lo intenta con papel y tinta, para después tener que transcribirlo. Un derroche de tiempo, ¿no es así? Les recuerdo, no obstante, que soy un animal, y como tal el tiempo me tiene sin cuidado. Viviré el que me quede resuelto a derrocharlo en asuntos mejor emparentados con el olfato que con el cerumen.

Hace unos pocos días me reprendieron por escrito (disfruto los regaños, tal es mi perversión). No se lee
bien, me dijo una conocida de "facebook" amablemente, que use determinadas expresiones vulgares. ¿Y cómo iba a explicar a esa buena mujer que las palabras más queridas por mí son justamente aquéllas que rechinan y causan escozor? Palabras como aullidos, sílabas que te gruñen de sólo pronunciarlas, voces con vocación secreta de gargajo, relámpagos viscosos ordenados de forma que más parezcan una canción siniestra y entrañable: he ahí los materiales con los que todo artista aspira a trabajar. ¿O hay quizás un lenguaje más vivo y más candente que el de las putas y los presidiarios?

Hará también algunos cuantos días que un atento y querido argentino me invitó a regresar a este lugar, tras señalar que viene con frecuencia, por si acaso se topa con nuevas parrafadas. Y como he dicho ya, no sé cómo ignorar una sonrisa franca, unas palabras cálidas, una visita mágica, tal como los juguetes que me daba mi madre sin motivo especial, sin razón aparente, porque sí, ¿por qué no? Contradecir las órdenes más lógicas y atender a las súplicas menos fundamentadas es todo parte de un mismo capricho.


Y es que la libertad está hecha de caprichos: es por ellos que somos quienes somos. No escribe uno contento porque tenga que hacerlo, como porque se le hincha Su Real Gana: una razón idéntica a la que nos conmina a abrir un libro y devorarlo, o cerrarlo y dejarlo para siempre, igual que abandonamos las conversaciones que nos parecen torpes o aburridas o insulsas. Igual, también, que el ser idolatrado nos ignora, o traiciona, u olvida.

No he olvidado este sitio, por eso es que volví. Si alguien viene y se queda cuando menos un rato, haga de
cuenta que estas solas palabras son una chimenea recién prendida. Y ahora, con su permiso (mejor aún: sin él), es la hora de aullar.

Bienvenidos de vuelta a esta madriguera...

junio 09, 2011

Eva Hunter







Observó asombrado el voluptuoso reptar del cardumen azabache hacia los pechos. La mirada resbaló en su cintura para abordar la contundencia de unas caderas amazonas que enmarcaban la maraña salvaje e incitante. Siguió aquella cuña de pecado hacia los muslos ebúrneos, pareciera hubiesen sido conformados en un molde venéreo y carnal. El frío recibimiento lo liberó de su abstracción.

Tomó una etiqueta del mazo y, tras rellenarla con gesto insatisfecho, se la pegó en la frente:

PROTOTIPO:
Eva Cazadora 2072-P01

COMENTARIOS:
Traza fisonómica perfectamente lograda. Mejorar efecto termocorporal.

febrero 18, 2011

Ser o no...




Cientos y miles de cicatrices recubren mi cuerpo. Las abro y las cierro a mi antojo. Las abro y desencadeno el pasado o cierro el posible y difícil presente. Joder. Nunca es a mi antojo. Mi antojo se nutre de un ser infecto. De su sombra. De su aliento. De toda esa mierda putrefacta que queda de él y me envenena el poco espíritu humano que exhalo.

Es frustrante saber que siempre vivirá en mí. Es inaguantable pensar en el futuro que aparece teñido de su color. El negro ceniza, el negro de la muerte. Pero también es el rojo escarlata, el transparente, el sanguinolento y el pasión. Parece que siempre tiene que apoderarse de los tonos que necesito para vivir. Es un ladrón de esencias. Un cleptómano de vidas. Un miserable que me tiene agarrada por el cuello que lame mi rostro produciéndome un estremecimiento.

Tira y afloja. Me estremezco y le quiero. Pataleo y le evito. Omito pensar en él porque si lo hago me rindo. Caigo y me arrodillo. Beso sus pies y le miro desde abajo. Me dejo hacer y hago. Busco cobijo y permito que me quiera una noche. Y quiero que me ame hasta siempre. Duermo en sus brazos y me dejo marcar, de nuevo, a fuego lento.

Lo sé. Cuando tengo ciertos momentos de lucidez vendo la cicatriz. Y trato de cerrar la puerta en sus narices. De levantarme del suelo para escupirle en la cara. De arrancarle la piel a mordiscos y mirarle de frente. De acuchillar su recuerdo y azotar su cara. De quemar su cama y odiarle toda la vida. De despertar de una vez de este juego. De evitar que me tenga para los restos.

Pero finalmente la realidad es una mezcla de lo más putrefacto y lo más idílico e imaginario. Siempre basculo entre un vaivén de sensaciones que me sitúan en un limbo laberíntico del que no sé cómo salir, ni por dónde, ni con quién.

Quiero intentarlo. Quiero hacerlo. Que desharé tu alma en un intento de arreglar mi mente. Pero joder. A la vez, me quiero ir a mi cama contigo entre las piernas, y que ante la imposibilidad, esnifo los restos que quedan desde hace meses. Hago pequeños intentos de agrupar las sábanas en la misma situación en las que tú las dejarías: húmedas, quietas, expectantes. Sucias. Quiero volver a sufrir esa deshidratación sexual que me volvía loca y enajenaba mi cuerpo. Porque en ese estatus de no estar, ni ser, en ese momento de clímax alcanzable, me siento segura. Me siento crecer.

Y cuando me dejas sola e inútil, maldito demonio, asumo mi penitencia por haberte dejado la herida abierta una vez más. Y evito la comida. Y devoro mis labios. Y los dejo sangrar hasta perder el conocimiento.

enero 29, 2011

END


Voy a darte portazo como quien se despide del frio, la tormenta y barre las hojas que arrastraron los arboles.
Quemaré tus ropas para no recordar ese dulce olor que me hacia sonreír de buena mañana, tiraré tu cepillo de dientes (aquél que dejaste para cuando te quedaras a dormir).
Voy a tirar la casa por la ventana para no recordar esas historias en cada rincón de mi pequeño mundo. Donde me quemabas la tristeza dándome mil sonrisas por cada llanto. Recuerdo nuestras pequeñas historias en cada milímetro de la cama, cuando me acariciabas y sentía ese hormigueo en la barriga.
Voy a destruir ese rincón donde te sentabas a leer tus sentimientos, donde me decías que era lo más bonito que tenias en esta vida. Pintaré las paredes del color del olvido, escupiré todos los orgasmos que me gocé a tu lado.
FIN

enero 24, 2011

ft




Todos hemos pensado el por qué somos humanos, el por qué vivimos en este inmenso universo y somos como un grano de arena en una playa. Que durante el calor del verano mueres aplastado, y durante el frio invierno te sientes solo. Algunos hemos pensado en lo de que la vida es un sueño y los sueños son la realidad.. y más tarde nos hemos dicho ‘demasiado bonito para ser real’.


Todos hemos ejercido la técnica del olvido, aunque a veces… a veces ésta se nos va de las manos. Siempre hacemos creer a nuestra mente y/o corazón que el olvido es la mejor elección, aunque todos sabemos que olvidar suena a fantasmas.


Si te vas que sea para no volver, y si vuelves que sea para no irte más.