febrero 15, 2010

Fear


Supongo que querer implica también tener miedo.

Miedo a despertarme un día y no encontrarte detenido en mi espalda y darme cuenta, con los
Justificar a ambos ladospárpados despedazados por los sueños (en los que te vas y no vuelves), de que no es una de esas mañanas normales, sino ver que he perdido el sabor de tu aliento preso de mi nuca, que se quebró el camino de baldosas amarillas que me escalabas de madrugada y que el color de tus ojos se ha derramado perdiéndose de mis labios.

Supongo que se tiene miedo porque sabes que necesitas a alguien. No como necesitas beber de manantiales límpidos, sino como necesitas descubrir que mañana hará sol. Y necesitar siempre asusta. Porque puede que él no te necesite a ti. Porque puede que un día se vaya.

Yo, que siempre me rebelé contra las ataduras, hoy me anudaría con piernas, besos y brazos al camino eterno que no me separe de ti ni en las pesadillas y sé (porque en el fondo lo sé), que con cada despertar te soltaría, con el corazón acampado en mi garganta, para dejarte la elección de mis sábanas con café y tostadas.

Y si vuelves, desayunaremos bizcocho en las curvaturas de tu cuello y magdalenas sembradas en los montes de mi cuerpo. Y si vuelves, no le faltará sol a los días de lluvia ni calor de abrazos a los temblores. Y si vuelves, se me estirarán las sonrisas hasta las coletas y me prenderé mil te quieros de mi pelo, vacío sin tus dedos.

Vuelve, sólo vuelve…

Y en esta mañana de cronómetro (5, 4, 3, 2, 1…) me descubro débil de simple querer. Querer que pase el tiempo, querer bordarte mis labios en tu cuerpo, querer escucharte presentar a amigos, querer mirarte cuando tú no miras. Querer verte, con las manos llenas de sonrisas, esperándome en el andén donde seguir construyendo días con mañana.

Quererte a ti al fin y al cabo.

Yo que cantaba siempre satisfecha aquello de “
Que desde que te has ido, aún nadie me ha vencido” confieso que has derribado todas y cada una de mis defensas y ahora te sientas en el trono que gobierna la felicidad de mis horas. Y admito que tengo miedo de que, una vez rendida la ciudad, decidas construir tu hogar más allá de las fronteras que te ofrecen mis piernas.

Supongo que da miedo reconocer que hace ya tiempo que cegué las puertas de entrada y ahora cierro los ojos cada minuto en la comisura de tus manos.


=)


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