Hace mucho que ya no soy la dulce niña Fa que no tiene edad para hacer el amor.
Lo echo de menos, la verdad. Me encantaba entrar en su casa y ver su cara de circunstancias. El miedo y la alegría son dos sentimientos que se encuentran más frecuentemente de lo que pensamos. En el fondo tenemos miedo a ser felices.
Él ponía esa sonrisa de angustia y yo le preguntaba si podía entrar, cuando ya me estaba colando por el hueco de la puerta y su cuerpo.
Solía mirar el reloj y decirme: -"¿seguro que deberías estar aquí?". -"¿Quieres que me vaya?", le contestaba yo. -"¡Claro que no!", decía con un deje de derrota en la voz. Sabía que había perdido antes de empezar. Tal vez me viese como su perdición, o perversión.
Según el humor del que estaba me preguntaba si iría a verle, ponía cara de preocupación, o suspiraba resignado. Sí, desde luego sabía que cuando me conoció no le quedaba más remedio que el fracaso y la perdición.
"Me desbaratas la vida y los discos", me decía entre risas desde el sofá.
"Y te robo las camisas", le contestaba yo haciendo gestos varios, mientras me fumaba su tabaco y ponía Soda Stereo, U2 y HDS.
-"Te quedan mejor que a mí...", me decía.
-"Cuando tenga una casa para mí siempre iré en ropa interior y con camisa"
-"En ese caso iré a menudo a visitarte"
-"No te dejaré entrar... jajajaja"
Y me perseguía y me despeinaba.
Alguna vez me pidió que no me fuese. Supongo que cuando me iba, sólo le dejaba remordimientos. Ausencias y soledades, me decía él. Pero siempre me iba, sin decirle si volvería. Aunque siempre volvía porque me cantaba al oído y tartamudeaba cuando le besaba. Pero eso era entonces, cuando todavía era una dulce niña Fa. Dejé de serlo y desaparecí. Aunque haya veces que lo eche de menos... el serlo, no a él, quiero decir...
=)
Lo echo de menos, la verdad. Me encantaba entrar en su casa y ver su cara de circunstancias. El miedo y la alegría son dos sentimientos que se encuentran más frecuentemente de lo que pensamos. En el fondo tenemos miedo a ser felices.
Él ponía esa sonrisa de angustia y yo le preguntaba si podía entrar, cuando ya me estaba colando por el hueco de la puerta y su cuerpo.
Solía mirar el reloj y decirme: -"¿seguro que deberías estar aquí?". -"¿Quieres que me vaya?", le contestaba yo. -"¡Claro que no!", decía con un deje de derrota en la voz. Sabía que había perdido antes de empezar. Tal vez me viese como su perdición, o perversión.
Según el humor del que estaba me preguntaba si iría a verle, ponía cara de preocupación, o suspiraba resignado. Sí, desde luego sabía que cuando me conoció no le quedaba más remedio que el fracaso y la perdición.
"Me desbaratas la vida y los discos", me decía entre risas desde el sofá.
"Y te robo las camisas", le contestaba yo haciendo gestos varios, mientras me fumaba su tabaco y ponía Soda Stereo, U2 y HDS.
-"Te quedan mejor que a mí...", me decía.
-"Cuando tenga una casa para mí siempre iré en ropa interior y con camisa"
-"En ese caso iré a menudo a visitarte"
-"No te dejaré entrar... jajajaja"
Y me perseguía y me despeinaba.
Alguna vez me pidió que no me fuese. Supongo que cuando me iba, sólo le dejaba remordimientos. Ausencias y soledades, me decía él. Pero siempre me iba, sin decirle si volvería. Aunque siempre volvía porque me cantaba al oído y tartamudeaba cuando le besaba. Pero eso era entonces, cuando todavía era una dulce niña Fa. Dejé de serlo y desaparecí. Aunque haya veces que lo eche de menos... el serlo, no a él, quiero decir...
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