diciembre 22, 2009

Work...

Hoy, el frío comprime los más nimios vasos sanguíneos, los dedos se llenan de escarcha pese a no estar tecleando en el despacho donde se murió la calefacción. Me gusta la obligación de tener que compartir contigo la mesa, tus miradas esquivas a mi escote ofensivo, obligar a mis pies descalzos despistarse sobre tu pantalón y percibir cómo se dilatan tus pupilas y poder aguijonearte con una leve sonrisa traviesa, mientras bajas la cabeza y te tocas disimuladamente la entrepierna.

Me gusta sentirte cohibido, expectante y fingidamente lejano a la espera de mi próxima diablura, después de que te propusieras que no volvería a ocurrir, que no cogeríamos como dos dementes en la sala del café, excitados por la remota posibilidad de entrada en escena de tu acomodada pareja. La estupenda y comedida, que te esperaba en el portal del bloque de oficinas, con su bolso inmaculado de Channel cargado de antidepresivos y el aroma hiriente de recién salida de la peluquería.

Todos los falos del averno se amilanan bajo la cremallera y, sólo bajo las efluvios de las macabras cenas de empresa, tras el aluvión de bebida, se intuye cierta viveza. Y hago de ese momento mi patio de recreo y me sublevo contra la imposibilidad de no volver a tenerte... y se vuelve el objetivo que derribar esta tarde.

El invierno ha tomado por asedio la ciudad, abofeteando esta fingida tregua de calidez en plena estación que se debe glacial. La carne se refugia entre mullidas bufandas a refugio de este frío cortante que sodomiza las avenidas marcando el ritmo de los peones, que apresuran su paso sobre las aceras.

Debo ser una enferma, o una puta bendecida con la autocombustiòn entre mis caderas, pero a mi, poder percibir la transpiración de la urbe me pone cachonda.

Las bocas y sus alientos nebulosos escupidos al aire, la blanquecina neblina espermática densa sobre el paisaje, las chimeneas calientes soltando sus flujos hacia al puto cielo... Una deliciosa evocación seminal que tragar a boca llena, que lo impregna todo de promesas.

El compás cimbreante de abrigos y disfraces que poder desenvolver como una niña el día de reyes y recrearme luego en los matices de la piel, en el aroma de esos sexos cohibidos a los que destripar sus secretos entre gemidos, acosando su abulia con mi desenfreno. Creo que debería de mirar menos por el ventanal de la oficina y centrarme en mis tareas, pero es inherente en mí esta tendencia... y dejar un agujero abierto en la jaula, no hace más que provocar que fantaseen los ratones de biblioteca.

Hoy quiero tu cuerpo... y su aliento susurrando delirio junto a mi cuello tenso, la liquida perversión de tu vida acuchillando mi sueños... resumiendo estoy en época de celo, o quizás de berrea, tampoco varia mucho la esencia.

Todo me habla de sexo en invierno, la totalidad de lo que me rodea me pone irremediablemente frenética... y te pienso, y siento la quemazón. Fuego liquido que se filtra por el algodón amable de mis bragas, al recordarte... Al rememorar la cálida saliva propulsada a mi sexo, por esa boca glotona que me lamió a sorbos el alma y fermentó en mí los más lascivos y oscuros deseos.

Soy un ente travieso por naturaleza, soy lo suficientemente enajenada para conocer el placer de cruzar los limites, balsear las orillas de lo correcto y sentirme vinculada con las sacudidas del cosmos, con el despotismo que explosiona sin cortapisas, que se entrega a la inmensidad de tus ojos, al tiempo intasable del dialogo de la carne, para luego disfrutar del ahora ingrávido y purificado que se expande por el espacio, ese que también habita en mi.

Hoy tengo el tablero preparado y mi jugada no codicia el jaque mate, es la esquemática configuración de movimientos, que finalmente avoque a “El ahogado”, lo que es lo mismo, en tablas.

La seducción podría ser tildada de una batalla de necesidades, hoy quiero acallar el ansia de ti... y bueno, qué decir, para mi el juego ha comenzado. Realmente comenzó cuando te vi por primera vez, cuando comencé a urdir mi elástica trampa, en la que a ratos me siento presa de la montería que genere.

Cómo me seduce percibir todas esas manos enguantadas escudándose de esta borrasca siberiana que saja y azota con crudeza a los siempre caminantes. Van y vienen, enfrascados en su metódica coreografía grandilocuente que acompaña a la Navidad.

Mis tacones están obcecados en castigarte con sus medidos pasos, ronronean sobre los limites de los tejados, correteando entre el incombustible trafico de testosterona y olor a celulosa y tinta, que me pone absurda... e inevitablemente húmeda. Algo hemos aprendido de los ritmos viales y sus mecanismos. Me sentía una gata que callejea, ufana de ella misma, por los entramados de la estancia, los físicos y los psicológicos. Así que decidí activar el ideado esparcimiento.

Siempre percibí los margenes de lo correcto, mis entrañas me hostigaban con un enjambre enloquecido de sensaciones. Qquizás fuera malestar, simple malestar de origen vírico... tal vez fuera mi moral pataleando enrabiada o tu interés fulminándome.

Esa pupila magnética que eclipsa el resto del escenario desde la distancia, cinco metros y siento que te tengo encima. Mordisqueas un lápiz cuando cierro la puerta e inicio paso hacia la hilera de espacios panelados donde traquetean enfervorizados los teclados. Y el tiempo no es más que un caracol borracho... y dejo que mis pestañas barran el suelo.

No debería ser absolutista en mis pensamientos, valorar la capacidad de cada cual de elegir personaje en este eterno desfile de mascaras y me obligo a no tener aristas, márgenes afilados en mis fronteras que me sangren mas de lo necesario, pero contigo lo hago.

Esta estúpida partida, sin adversario tangible. El impredecible y caótico albur, que desconoce de reglas humanas y descuadra la previsión y las estrategias.

La jugada queda anulada con la llegada de la reina blanca surgiendo de la nada, dejando carente de movimientos a la yegua negra sobre el sofacito de la sala de café. Una pieza avanza, son los brazos de "X" se empeñan a que tome aliento en su regazo... voy a permitirme ser mimada frente a ti. Voy a atacar tu ego con la torre abrazada a mi.