diciembre 22, 2009

Rest...

Sé que intentabas romper la telaraña del suicidio mal proyectado cuando te hundías en mi carne enferma. Lejos quedan los días del alcohol chorreante calcinando nuestros cuerpos. El líquido dejó de ser amargo y comenzó a saber dulcemente a óxido. Al mismo óxido que corría en el interior de mis venas traslúcidas.

Empecé a quererte al mismo ritmo al que tú me odiabas. Las letras dejaron de tener ningún significado la misma semana en la que me senté día y noche a descifrar los códigos inexactos de tu espectro. Y no entendía nada... por mucho que lo simulé. Cigarrillos que se apagaron solos en mi cenicero. Cigarrillos que nunca quise compartir contigo para evitar el roce pasado de tus labios.

Y luchabas en una pugna perdida por mojar mi silueta espigada; por enmarañar sueños acervos que reposarían al alba de un martes cualquiera. Y no pude. Tres besos sobre blando bastaron para susurrarme que serías el despeñadero de todas mis noches. Que serías el agua en la sed y el vino en la locura. Y no puedo. Porque llevo tiempo dormida en la claridad diurna de los días que nunca dejaron de ser, por más demonios que me haya dedicado a esbozar. Porque hace tiempo que no sueño entre el jaleo de la vida de la me dejé colgar rajándome las medias. La misma vida que araño desde la ventana y que hoy no consigo ver.

No quedan piscinas de bolas, caramelos ni globos que lanzar al aire. Mis caricias olvidaron las perlas de colores que dibujan las cortinas de mi habitación; y la cesta de la fruta me mira desde la cocina devorando una cáscara de limón pútrida. Y otra vez en blanco y negro sobre los versos sucios de tu cuento. Otra vez leyendo agonías en las noches de niebla y sexo. Y coges lejos cuando me piensas. Y estás dormido cuando te recuerdo entre los brazos que me reconfortan en las noches infinitas de romanticismo perverso.

Lo único que conoces es que me extingo despacio entre las llamas que me odian muertas sobre los segundos de alguna madrugada... y que hice unas cortinas con perlas de colores inténtando recuperar la caricia de ese martes cualquiera. Ese martes en el que decida asomarme a ver el mundo.

El resto nunca lo sabrás.