diciembre 22, 2009

De Amor y Muerte...

Me gustaría morir matándonos. Sentir la calidez del colapso cogiéndote a muerte, o que me destrozases la carótida en pleno polvo desesperado. Me gustaría asfixiarme con tu monóxido. Que mi matriz saliera despedida tras la quincuagésima embestida. Que mi lengua se trabase con la tuya en un nudo corredizo. Deshidratarme de sudor y flujo mientras tú te deshidratas de sudor y semen.

Hablo de muerte y de vida. De orgasmo y dolor. Hablo de lo que casi nunca cuentan ni los libros ni las películas. El dolor es uno de los componentes del placer. Quizá pudiéramos conseguir la mezcla adecuada. El cóctel capaz de elevarnos hasta lo más alto para luego dejarnos caer al vacío. Y morir.

Joder!!! Se nota que es invierno.

Sí. Morir. Todos tenemos esa asignatura pendiente, así que nada más liberador que hablar de ello con naturalidad. La libertad de escoger no ya la forma de muerte sino la forma de muerte voluptuosa. Esta historia no puede titularse "de amor y muerte" porque aquí no hay amor.

No, y no quiero a nadie y nadie me quiere a mí tampoco. Tan sólo nos atraemos a muerte, que es mucho más de lo que mucha gente experimentará en sus breves vidas. Me gustaría ser la sonda que te inoculara la verdad en un mundo carente de certezas. Me gustaría no ser para arrastrarte conmigo al abismo.

Pero ya estamos en el abismo. Hace tiempo que nos dejamos engañar por el olor y las artes del otro. Hace una eternidad que buceamos por los pliegues de nuestras carnes en busca de vete a saber qué. Quizá hace tiempo que...

¿Morimos?

Hay días que me levanto de la cama como dolorida. Con la sensación de que todo lo que hay no es más que un escenario, una trampa para pardillos. Especialmente cuando toca resaca. Bueno, es que con resaca la cosa se vuelve totalmente cómica. No hay paredes. No hay cielo. No hay cuerpo ni sensaciones táctiles. Todo es hueco y flotante, como el corcho.

Me gustaría no haber existido nunca y que me hubieses acompañado en la no existencia. Imagina el placer por omisión del saber que no se va a ser. Siente conmigo el vértigo de un futuro imposible anclado en un pasado inexistente. Me gustaría que sólo fuésemos aire turbio dando vueltas por ahí.

Lo sé... lo que deseo es tan real como imposible. Digamos que cobra certeza en este mismo momento, con mis labios vocalizándolo muy cerca de tu oído derecho. A mí me gustaría haber tenido la suerte de no conocerte en esa no existencia, fruto, esta vez sí, del azar que nos hizo coincidir una vez hechos materia, dolor y ansia. De madrugada. Porque sólo en las madrugadas es posible llegar a estas conclusiones.

Es curioso. Comenzamos jugando con vida y muerte cuando no son más que simplificaciones de un concepto mucho más amplio. Nadie puede describir la nada que no puede expe

¿Bebemos cerveza?