diciembre 21, 2009

Rutina Sin...

Hace algunas horas dabas vueltas con camisetas, pantalones y ropa interior dentro de una lavadora de diez kilos. Ha costado una semana llenar todo el cesto de la ropa sucia y tú formabas parte del juego de las sábanas azules. Me daba la impresión de que mientras aquellas sábanas azules estuviesen en el cesto de la ropa sucia, tu olor a perfume caro iba a acompañarme en este habitáculo que es mi casa de prestado.

Estabas casi al final del cesto de la ropa sucia, te saqué con formas ceremoniosas y te metí dentro del mejor electrodoméstico inventado nunca. Jabón y suavizante marca Número 1 se encargarían de sacarte de aquellos trozos de tela estampada. A 40º estabas cuando empezó el centrifugado, 45 minutos tardó tu olor a perfume caro en desaparecer.

Desapareció el olor, pero te quedaste en el tacto. Al igual que te quedaste en la latita de guardar pendientes -ahora cenicero-, en la bañera, en el desayuno tempranero, en los pies cansados, en un parabús, en los chicles que ahora estarán en alguna basura o pisados sobre el asfalto, entre mis dedos, en mi cuello. Te quedaste en la piel y en las risas que flotaron en el aire aquel viernesyasábado.

Te quedaste en los besos y en los abrazos.

Y ahora yo solo quiero que hagas nevar.

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