diciembre 22, 2009

End?

El crujido de las uñas entre tus dientes me empezaba a poner nerviosa. Sí, también yo a veces destrozaba las mías en actos convulsos e involuntarios. Mis mordisqueos constantes podían ser una delicia si lo comparábamos con la mierda que se cocía fuera. Y ¡para qué engañarnos! Habías empezado a caerme mal. Dejé de sentirme frágil y ya no quería que cuidases de mí.

Después llegó otro episodio. Un domingo disfrutaba de un desayuno-comida de ésos que tanto me gustan sentada en la cocina. Una música ligera sonaba bañando mi tranquilidad, los pájaros volaban en la más absoluta inercia. Perfecto. Tomaba zumo de naranja, tostadas y melón. De pronto un aullido... Un arándano de la mermelada se fugó por mal sitio y casi me ahogo por tu culpa. Después de reanimarme a mí misma y hacerme el boca a boca contra la palma de la mano me acerqué a ver qué pasaba. Fue la primera vez que te vi desencajado, como si una familia de ratas hubiese anidado el los cajones del sinfonier.

-Carajo!!! Casi me ahogo. ¿Qué pasa?
-¿Qué madr..s hace un chicle pegado entre las sábanas?

Chicle, chicle, chicle. Ya sé...

-¡Uy! Me parece que es de anoche.
-¿Cómo que de anoche?
-Cuando empezamos a coger tenía uno en la boca y con disimulo lo pegué en la cama -(No pude reprimir la risa y estallé en una carcajada)-.

-¡No tiene ni puta gracia! Esas sábanas me las regaló mi madre. A ver cómo diablos despego ahora toda esta porquería!!!
-Sí tienes razón. Hubiese sido mejor mantener el chicle debajo de la lengua y habértelo pegado en el pene... ¿A que sí?
-Qué cabrona eres... que te crees muy graciosa.
-¡Oh, sí! Anda ya, la culpa es tuya por tener esa cama tan ruidosa.
-Mira, déjame tranquilo, a ver cómo arreglo este desastre.

Entonces todo se fue templando. Entonces todo era cuestión de tiempo.

Una mañana mientras me desesperezaba arropada entre las valiosas sábanas de tu mamá intentaste cogerme. Y yo te propiné un "Primero lávate los dientes". En ese instante supe que me había roto. Que te había roto. Lo confirmé cuando te levantaste para ir al baño con toda la naturalidad del mundo, cuando supe que a la vuelta me creerías abierta de piernas sobre las sábanas impecables de MAMI.

Entendí que ya no te escupiría dentro de la cama porque no me quedaba saliva para ti. Sólo me quedaba la baba de mandarte a la mierda entre el parqué, la ropa de cama, tus juegos aburridos y la sombra de la barba que ahora me picaba y me daba alergia.

A mí siempre me gustaron los desayunos abundantes de los domingos y poner el despertador los sábados para volverme a dormir feliz a las seis de la mañana. Empapar de charcos el suelo y llenarme los pies de pelusas para volver a mojarlos.

"No te tomas nada en serio", decías.
"Porque nada lo es", replicaba yo.

Llegó el día del fin, y entendí que no era necesario decir nada. Que todo se quedó escrito en aquella casa. Un último repaso a todos tus tesoros y tres giros hasta la salida.