diciembre 22, 2009

¿Es?

“Odiar es una manera de autoconservarse, hasta la destrucción del otro, mientras que amar es una manera de hacer existir al otro”


Si alguien se odia por no amar, ¿qué es? ¿Es una forma de autoeliminación inconclusa o es la negación del otro?

Porque autoeliminación, sin atenerse a su forma más extrema, la física, también cobra un significado, quizás, de autonegación. Entonces se desprende casi lógicamente la interrogante de si es posible que la autonegación conlleve a la destrucción del otro, pues sería, por ende, una forma más de negación. Los más quisquillosos apelarían a aquella ley lógica por la cual la doble negación supone una afirmación.

Por otro lado si el amor supone el implícito reconocimiento de la existencia del otro, tendríamos que asumir que hay “celestiales” seres humanos que aman a aquellos por los cuales son odiados. Lo cual es una visión, además de burdamente romanticona y falsamente clerical, un tanto irrealista.

Más allá de que quizás se trata de un supuesto de estampo más darwiniano en el que el instinto de supervivencia hace que debamos aniquilar al otro para subsistir y así ganar en la carrera hacia la selección natural, se hace patente el hecho de que más de una duda surge sobre si es posible que un ser no humano reconozca en su cabal sentido, el concepto de odio así como el de amor.

Por un tercer lado apelaremos entonces a la Psicología con su principio de polaridad de pares opuestos. Amor/odio están tan delicadamente delimitados que es prácticamente indiscernible la prevaricación de su barrera.

Según el principio de polaridad de Hermes Trimegisto en su Kybalión: “Todo es doble, todo tiene dos polos, los semejantes y los antagónicos son lo mismo, los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan, todas las verdades son medias verdades; las paradojas pueden reconciliarse”

Y aún sin adentrarnos en un caso de relativismo o absolutismo de la verdad en la que hasta una verdad relativa tiene un grado de absolutismo, una pregunta surge casi espontánea: en un caso, por ejemplo, de discriminación, si hubiera una media verdad, ¿cuál sería? ¿La del indio sobre el blanco, la del negro sobre el asiático, la del islámico sobre el católico, la del comunista por sobre el capitalista?
Y otra pregunta aún más austera: ¿son reconciliables?

Y finalmente la más dura: ¿una media verdad es una verdad o es una mentira?

Pues esto se parece ya mucho al Dr. Frankenstein y su maravilloso monstruo. La maravilla de la globalización si bien nos ha hecho partícipes de una misma aldea global, también ha contribuido a la creación y potenciación de su propio monstruo.
Quisimos jugar a la gran comunidad y a todo lo que esa raíz implica. Pero no aceptamos sus consecuencias oscuras.

Ahora es tarde.
La aceleración del tiempo histórico se potencia y no para.

Alea iacta est.