Ni siquiera importa ahora que su nombre huela igual que la lluvia porque nunca terminará de regresar y quedarse en mi olfato.
No es como si su sombra, al menos eso,
pudiera pasar de refilón por alguna de mis mañanas y alegrarme la vida.
Pero no, ya se cubrió su rostro de cachitos de pena y sólo duele aquí,
en medio del pecho, como un infarto.
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