enero 12, 2010

Pasado en Infinitivo...

La querías tanto que el día que desapareció, se te apagaron todas las reacciones. Lo único que dejó activo su marcha, fue tu capacidad de llorar hasta que se te mojaran los tobillos y eso fue lo que hiciste durante días. Sabiendo que suplicarías sólo por un titubeo en su voz, una grieta en su muro defensivo. Sin entender que pintaba la época de sequías a estas alturas del año, buscando meteorólogos que certificasen que aún existía una posibilidad, que tus inundaciones no caerían en manos vacías.

De repente, un día, te diste cuenta que ella esta vez había usado la palabra adiós, descubriste su resguardo sin billete de vuelta y se te hicieron añicos las compuertas. Ya no está, ya no está, ya no está, te gritaban las calles donde la quisiste a tiempo completo. Sin descanso para el cigarrito.

Ahora te engañas en las madrugadas creyendo que compusiste la argamasa adecuada para contener la marea que no has tenido que soportar en tus pupilas. Es la forma más sencilla cuando eludes tu pasado: no volverlo a pisar… Y besas otras manos y tocas otros cuerpos, convencido de que las telarañas han hecho lo que les corresponde. Que lo que escuece en tu estómago cuando la imaginas, es sólo la mala digestión del alcohol de anoche...

Estará como siempre en alguna frontera… cuando la ves tomando otros puertos, con la misma maleta de siempre, colgando destinos en la sonrisa que nunca quisiste dejar de besar. Cuando sabes, porque lo sabes, que podrá deshojar cuerpos sólo con un guiño recordando los cuerpos, olvidando los nombres… y cuando el tizón se acerca demasiado a los puntos vitales, concluyes las máquinas e inundas pensando que así limpiarás el pasado.

Y sólo te darás cuenta de que te equivocas cuando sea demasiado tarde.

...

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