enero 27, 2010

Geranios...



Salgo para huir de ti, porque vuelvo a verte en otra persona. Sé que necesitaste odiarme por no saber quererme, ni quererte. Vuelves a doblegarme reafirmándome que soy una puta, tu puta. Tuya. Solo. Jodida y únicamente tuya. Y quizá yo tenga parte de culpa al pertenecerte tan enteramente.

Pero he dejado de pensar. Han dejado de importarme las cosas. He dejado de intentar salvarme cuando, en el fondo, sé que quiero aniquilarme. Igual que tú. Y la verdad es que lo consigues más satisfactoriamente. Mi piel se descose cuando la miras, mi sangre se derrota cuando me susurras que no recuerdas mi sabor, cuando me pierdo en el olor a tabaco de mis manos y desconecto de la tediosa, monótona y agotadora realidad.

Wicked Game resuena por toda la casa cuando me abandonas. Queensrÿche se expande como un eco cuando intento escapar y no me dejas. Al volver la vista atrás. Cuando el cuerpo me pide más.

Entonces la música deja de sonar. Y el silencio me arranca lo demás. Será que todavía tengo miedo. Miedo de encontrarle de nuevo y de tener que aceptar que lo que sentía por él no ha variado. Sé que necesita reflejar en mí todo su desprecio. Sé que, en algún recóndito rincón de su alma putrefacta y moribunda, sabe que quiere ser otro. Que quiere seguir siendo sin ser. Conmigo. Sin mí. Sin él.

Entonces comprendo que es posible, que quizá tengas razón. Que a lo mejor no he podido arrancármelo de dentro. Que había olvidado que reincidir es parte de mi encanto, o de la falta de él. Que sigo escondiéndome en mi gesto ausente cuando no puedo hacer más que pensarle y arder recordándolo, enfebrecer recordándonos. Que no quiero que pase la luz a mi cuarto para que no pueda tallarme la ausencia de sangre en el cuerpo.

Quiero sentir cómo el aire frío agujerea mis entrañas, cómo araña mi piel. Quiero sentir cómo se desintegra mi pensamiento y yo con él.

No hay comentarios: