junio 09, 2010

Diálogo

- Quizás regrese...
-Puede ser...
-Le gustó mucho el brazalete, ¿no es así?
-Sí... eso parece.
-Y bueno, te abrazó... eso ya es algo, ¿no?
-Eso es lo que no me explico... ¿por qué me hace sentir dichoso para luego largarse a los brazos del asqueroso Francés?
-Pues es que así son las mujeres...
-Desearía tanto odiarla!
-Ja... sabes que no es posible.
-Y no quiero.
-Exactamente. No quieres odiarla porque la amas.
-Y la necesito.
-Entiendo. Entonces, vamos a buscarla. Esta noche. Tú y yo. Juntos.
-No. No tiene caso. Definitivamente debe estar con Él. Entregándose a sus manos y a su cuerpo mientras que yo platico contigo, además me dijo mi amiga Cristina que no la buscara porque asi le va a doler más a ella.
-¿Deseas lastimarla?
-Puedo hacerlo.
-Pero no lo harás porque la amas.
-La QUIERO. Si la amara, ella estaría en mis brazos y platicando conmigo, no con el repugnante Francés. Imagínanos platicando de la mano mientras que le damos de comer a las aves, o caminamos entre las calles vacías.
-Tierno...
-Imposible.
-Más bien irreal. Yo digo que SÍ regresa... pude ver algo en sus ojos.
-Alguna basurilla...
-No me refiero a eso! No... Lo que pasa es que no te fijas en esos detalles y es lo que se me hace raro. Puedes arreglar muchas cosas si te enfocas bien y te fijas, pero no puedes ver que la chica te mirabas de manera muy tierna.
-No me digas eso...
-Lo apuesto.
-Mejor no me digas nada.
-Entonces me retiro.
-No vemos, cerebro.
-Adiós, corazón.

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