mayo 20, 2010

No mentiras...


-No bueno, no te voy a mentir-.

Decirte que este lugar con demasiada vida me llena sin siquiera recordar tu rostro. No, yo no te voy a mentir. Decir muchas cosas que a las tres con quince me hacen feliz, doliéndome desde dentro la insistencia famélica. Ser incoherente entonces al decir, “sí, sí, hoy mismo soy más puta, alcohólica y perdida, al día que te conocí”.

Pero no pienso en mentirte.
Más bien aseguro mis labios, justo en el lugar que ocupan en mi rostro, es necesario amarrarlos con cuerdas que no provengan de tus cabellos.

Y esta mañana pensaba en escribirte algo más alegre, tal vez “aquí, todo el tiempo huele a cerezas y a lluvia…” o “siempre tropiezo con tus pies en las esquinas verdes y diminutas de este lugar…”

Escribirte algo,
que dejara ver mi estupida manera de venerar tu ausencia, de estar tendida en suelo haciendo el teatro continuo, con los mismos ojos que ya sabes de memoria, demostrar la debilidad de mi piel a tus minutos fugaces. Y no lo quise así. Decidí plantarme en este mismo café (de las seis de la tarde), cruzar la pierna sobre la otra con botas azules, pintarme los labios, mientras sentía los flujos extranjeros y sonrisas dadivosas, sentarme en la mesa de madera en la esquina, sacar la hoja descuidada,
un bolígrafo, cualquier bolígrafo, escribirte:

No te mentiré: Te extraño, pero no te necesito.

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